Categoría: Fotografia

  • MB-339 de la FAP: Fotografía Clásica con Nikon F5 y Lente Nikkor

    MB-339 de la FAP: Fotografía Clásica con Nikon F5 y Lente Nikkor

    Durante una de mis visitas a una base aérea, en el verano de 2013, tuve la oportunidad de fotografiar una de las joyas menos conocidas pero profundamente elegantes de la Fuerza Aérea del Perú: el Aermacchi MB-339. Esta imagen no es digital, ni tomada con filtros automáticos o ajustes de postproducción. Está capturada en película, con una Nikon F5 y un versátil Nikkor 28-105mm, una combinación que me permite sentirme parte del momento y no solo un espectador tras un sensor.

    El MB-339 es un avión de entrenamiento avanzado y ataque ligero, diseñado en Italia, pero adaptado y operado por pilotos peruanos que lo han llevado a dominar los cielos andinos. Su silueta estilizada, casi felina, contrasta con la robustez de su presencia en tierra. En la foto, el avión porta con orgullo la bandera peruana en su cola, acompañado del número «487», lo que le da ese carácter único y patrio que todo peruano puede reconocer con orgullo.

    Lo que me encanta de esta toma es cómo la luz suave del final de la tarde baña el fuselaje metálico, revelando cada remache, cada línea de diseño aerodinámico. Es una imagen analógica que, más allá del avión, cuenta una historia de ingeniería, patria y pasión por volar.

    Como fotógrafo, hay algo especial en capturar máquinas hechas para moverse a velocidades increíbles… cuando están quietas. Es como retratar a un atleta en reposo: sabes que en cualquier momento, esa calma puede transformarse en pura acción.

  • Un Mañana Nublada con Rayos de Sol: Fotografías Capturadas con la Olympus E-520

    Un Mañana Nublada con Rayos de Sol: Fotografías Capturadas con la Olympus E-520

    Hoy me desperté con ganas de capturar algo especial. Aunque la mañana estaba nublada, algo me decía que había magia en el aire. Salí con mi Olympus E-520, la cámara que me acompaña en muchas de mis aventuras fotográficas. ¿Qué mejor manera de empezar el día que con la cámara en mano, buscando detalles ocultos entre la niebla limeña?

    La luz suave y difusa de la mañana nublada me permitió experimentar con sombras y contrastes, pero, como siempre, la naturaleza tiene su forma de sorprendernos. Justo cuando pensaba que el día se mantendría gris, el sol empezó a asomarse tímidamente entre las nubes. Esos breves momentos de luz solar transformaron la escena, resaltando colores y creando una atmósfera única.

    Una de las cosas que más me gusta de fotografiar en días nublados es la suavidad que da la luz, lo que permite capturar detalles con una claridad que a veces es difícil de obtener en días soleados. Pero cuando el sol apareció, la magia sucedió: la luz dorada bañó los objetos y creé contrastes que daban vida a la escena de una manera que solo un rayo de sol puede hacer.

    Hoy, como siempre, mis caminatas me llevaron cerca de la costa, donde pude disfrutar de algunas de las playas más emblemáticas de Lima. Playa Barranquito, conocida por su ambiente tranquilo, me ofreció una vista serena con las olas rompiendo suavemente en la orilla. A lo lejos, Playa Las Sombrillas brillaba por su calma, siendo el lugar perfecto para disfrutar de la brisa del mar. Mientras tanto, Playa Los Yuyos me regalaba la oportunidad de capturar la quietud de la mañana en cada rincón.

    Aquí les dejo algunas de las fotos que tomé. Se pueden ver las texturas de los edificios, aunque no se ve, el sonido que hace el mar al romper en las piedras y arena, y las sombras que bailan en el suelo. Las capturé con el lente estándar que utilizo con la E-520, algunas con el lente lardo, 40-150, y cada disparo tiene su propio toque de esa quietud mañanera, pero con la frescura de un sol que se abre paso a través de las nubes.

    Me encanta cómo una cámara como la Olympus E-520, que muchos podrían considerar como un equipo «más viejo», todavía tiene la capacidad de ofrecer imágenes ricas en detalles. La textura de las sombras, los tonos suaves y el enfoque nítido se logran gracias a un sensor que, a pesar de sus años, sigue capturando la esencia de cada momento.

    Si alguna vez tienen la oportunidad de salir a fotografiar en un día nublado, les animo a que lo hagan. La luz suave crea una atmósfera única, y el contraste del sol puede ser un regalo inesperado para cualquiera que esté buscando capturar algo especial. A veces, lo único que se necesita es paciencia y una cámara confiable.

  • Playa Roja, Paracas: Un Paisaje Irreal Capturado con mi Nikon D2x

    Playa Roja, Paracas: Un Paisaje Irreal Capturado con mi Nikon D2x

    No hay filtro que se le compare. La naturaleza decidió pintar una playa con tonos que parecen salidos de otro planeta, y ahí estaba yo, con mi Nikon D2x al hombro y el modesto pero confiable lente de kit 18-55mm, listo para capturar ese instante en que el desierto se encuentra con el mar.

    Un destino que no parece real

    Paracas siempre me pareció un lugar distinto, casi sagrado. Pero Playa Roja… Playa Roja es otra cosa. Es de esos paisajes que uno no se espera encontrar en Perú. El contraste del rojo del litoral con el azul del Pacífico y los acantilados ocres parece una pintura surrealista.

    Recuerdo que aquel día, 21 de Mayo de 2011, el viento era fuerte, típico del desierto costero, y el cielo estaba parcialmente nublado, lo cual fue perfecto para resaltar los colores sin que el sol los lavara.

    La cámara, el momento y el encuadre

    La Nikon D2x, a pesar de su edad, sigue siendo una joya. Su sensor CCD capta los colores con una riqueza que las cámaras modernas muchas veces intentan emular con filtros. El lente de kit no es el más nítido, pero tiene algo que aprecio: ligereza, versatilidad y una suavidad agradable en los bordes, que en este tipo de escenas, me parece que le suma más que le resta.

    Usé configuraciones simples: ISO 100, velocidad rápida para congelar el oleaje, y apertura intermedia para mantener nitidez sin perder esa profundidad natural. El resultado, dos fotos que se volvieron de mis favoritas de ese viaje.

    Reflexión final

    A veces creemos que necesitamos el equipo más moderno, pero lo cierto es que una buena foto nace primero del ojo, y luego de la cámara. Playa Roja me recordó eso. Que incluso con un lente sencillo, una cámara de hace casi 20 años, y un poco de paciencia, se puede contar una historia visual poderosa.

    Si alguna vez pasas por Paracas, no te vayas sin detenerte en Playa Roja. No solo es fotogénica, es un lugar que se te queda grabado.

  • El Motorshow de 1996: Mis Primeras Fotos con la Praktica MTL5

    El Motorshow de 1996: Mis Primeras Fotos con la Praktica MTL5

    Hay momentos que nos marcan sin que lo sepamos. Para mí, uno de ellos ocurrió en el Jockey Plaza, en el entonces imponente Motorshow de 1996, rodeado de autos brillantes, gente curiosa, y la promesa de un futuro que rugía como motor V8. Yo estaba ahí, con mi primera cámara: una Praktica MTL5, orgullosamente colgada al cuello, cargada con película y expectativas.

    Una cámara de acero… y emociones

    Se la pedí prestada a mi mama, quien atesoraba esta cámara. La Praktica MTL5 no era precisamente moderna ni ligera. Era de esas cámaras de verdad: de metal, mecánica, pesada y con un obturador que sonaba como si el tiempo se abriera paso. Montaba un lente 50mm, y si bien en ese momento no sabía nada de aperturas ni profundidad de campo, había algo magnético en mirar por el visor y congelar el instante.

    Y ahí estaba yo, entre Ferraris, Mercedes Benz, Camaro y toda una generación de autos noventeros que hoy ya son clásicos. La mayoría de asistentes usaban cámaras compactas o desechables. Pero yo tenía una réflex de verdad. Y eso se sentía distinto.

    El Motorshow, una pasarela de fierros

    Recuerdo cómo la luz se colaba por los ventanales del Jockey, cayendo justo sobre el capó de un Honda Prelude rojo, delineando sus curvas como si la carrocería hubiera sido esculpida por un artista. Yo apunté, enfoqué con ese enfoque manual que era todo menos rápido, y disparé.

    Una y otra vez. No tenía idea cuántas fotos saldrían bien. Solo sabía que algo en mí se activaba cada vez que apretaba el obturador. Ese día, aprendí a observar los reflejos, a moverme con la luz y a componer con los elementos que tenía delante. No era solo una feria de autos. Era un laboratorio visual.

    Cuando revelé el rollo…

    Pasaron algunos días. Fui al laboratorio con mi rollo de Kodak Gold 200, y esperé con ansiedad. Cuando tuve las fotos en mano, algo en mí cambió. Los colores eran intensos, el contraste tenía personalidad, y había una textura que no he vuelto a ver igual en lo digital. Incluso las fotos movidas tenían alma.

    Vi el resultado y pensé: ¿Esto lo hice yo? ¿Con esta cámara prestada por el destino?

    1996, los autos y el ojo que se abría

    Hoy, casi 30 años después, esas fotos siguen teniendo una fuerza especial. No por la nitidez, sino por lo que capturan. Una época. Una emoción. Un inicio. El Motorshow fue solo una excusa. En realidad, fue mi primer ensayo de fotógrafo. Ahí descubrí que una cámara puede ser una extensión del ojo… y del corazón.

    Sigo fotografiando autos, ciudades, personas y detalles. Pero esa Praktica MTL5 fue la que me dio el primer empujón. Y el Motorshow 1996, el primer escenario.

    Las fotos

    Revisando mis archivos, encontré los escaneos de ese rollo mágico. Las comparto aquí, como testimonio visual de una época donde los autos eran más mecánicos, el diseño era pura emoción, y la fotografía era un ritual.

    Lo que vi y capturé:

    1. Ferrari F355 Berlinetta (amarillo)
      Un clásico absoluto de los noventa. Motor V8, líneas perfectas. Este fue uno de los autos que me hizo entender lo que era el diseño italiano.
    2. Chevrolet Camaro Convertible (cuarta generación)
      Rojo encendido, brutalmente noventero. Línea agresiva, capota abierta.
    3. Chevrolet Cavalier Convertible
      Más sencillo que el Camaro, pero con el mismo espíritu americano de libertad sobre ruedas.
    4. IndyCar – Marlboro Team Penske #9
      Un bólido de otro mundo. Puro nervio y velocidad. Posiblemente un Penske PC-24 con motor Mercedes-Benz.
    5. Fórmula 1 – Peugeot/McLaren (Marlboro, #7)
      No sé si fue un modelo real o uno de exhibición, pero tenía toda la actitud de la era Prost / Häkkinen.
    6. Ford Mustang Fastback 1965 – blanco con franjas azules
      Un clásico entre clásicos. La matrícula peruana lo hacía aún más especial. Probablemente una réplica GT350.
    7. Otro monoplaza Marlboro (CART/F1)
      La presencia del Marlboro Team fue abrumadora. Era imposible no sentirse en un paddock de verdad.
    8. Concept Car futurista (microcar)
      Nunca supe su nombre. Podría haber salido de una película de ciencia ficción. Vidrios polarizados, diseño redondeado, ruedas parcialmente carenadas. Quizás un concepto nacional.

    Cámara usada: Praktica MTL5

    • Formato: 35mm (film)
    • Lente: 50mm f/1.8
    • Medición de luz interna
    • Carga manual, disparo mecánico
    • Film: Kodak Gold 200

  • Atardecer en la Villa de Guadalupe: Una Tarde de Noviembre con mi Nikon D80

    Atardecer en la Villa de Guadalupe: Una Tarde de Noviembre con mi Nikon D80

    Noviembre de 2010. Aún lo recuerdo con claridad. El aire fresco comenzaba a sentirse más pesado, típico del otoño en la Ciudad de México, y yo tenía entre manos a mi fiel compañera: una Nikon D80, con su clásico sensor CCD, lista para capturar algo más que imágenes: memorias.

    Recien llegado de mi ciudad Lima; ese día decidí visitar la Villa de Guadalupe, no como peregrino, sino como observador. Iba en busca de luz —literal y figuradamente— y vaya que la encontré. La hora dorada me regaló un espectáculo digno de su nombre. El sol, ya inclinado, teñía las fachadas y los adoquines con tonos cálidos, anaranjados, casi místicos. Esa luz tenue pero vibrante que los sensores modernos intentan replicar, pero que solo un CCD de esa época sabe traducir con alma.

    El encanto del lugar y del momento

    La Basílica, imponente como siempre, se alzaba entre la multitud y el murmullo constante de rezos y pasos. Pero mi mirada se desviaba a los pequeños detalles: los vendedores de veladoras, los fieles arrodillados en silencio, los niños correteando por los pasillos laterales. Todo era movimiento y quietud al mismo tiempo.

    La Nikon D80 respondió como esperaba: colores profundos, sombras suaves, una textura en el aire que parecía pintada con pincel de óleo. Me detuve en las escalinatas frente al atrio y disparé. Luego en el corredor lateral, donde la luz rozaba apenas las columnas. Una y otra vez, hasta que el sol dijo basta.

    Un sensor con alma

    Podría hablar de ISO, del rango dinámico limitado comparado con los sensores modernos, de cómo tuve que cuidar cada exposición porque el margen de error era mínimo. Pero no quiero hablar de limitaciones técnicas. Quiero hablar de carácter. La D80 no perdonaba, pero cuando acertabas, te lo premiaba con fotos que parecían respirar.

    Revisando las imágenes años después, noto algo curioso: no son solo recuerdos. Son como cápsulas emocionales. Y creo que eso tiene mucho que ver con el momento… y con la cámara.

    Cierro con una galería

    A continuación dejo una selección de esas fotos tomadas al atardecer en la Villa. Algunas muestran la majestuosidad arquitectónica, otras capturan instantes más íntimos, casi invisibles si no estás atento. Todas llevan el sello de esa tarde mágica de noviembre y de una Nikon D80 que, hasta hoy, se niega a ser olvidada.


    ¿Tienes una Nikon D80 o una cámara con sensor CCD? ¿Te ha pasado que una foto tuya te lleva de regreso al instante exacto en que la tomaste? Cuéntamelo en los comentarios.