Categoría: Fotografia

  • Canon G12 vs Olympus E-520: Dos formas distintas de disfrutar la fotografía

    Hay cámaras que te sorprenden por lo que hacen, y otras que simplemente te invitan a salir, sin pensar demasiado. La Canon G12 y la Olympus E-520 son dos clásicos que hoy parecen vivir una segunda juventud entre quienes buscamos ese “algo” especial más allá de los megapíxeles.

    He usado ambas. Y aunque cada una tiene sus fortalezas, lo cierto es que la experiencia con ellas es radicalmente distinta. Aquí te cuento cómo se sienten y por qué ambas merecen un espacio en la mochila… o en el corazón.


    La Canon G12: el encanto del CCD en formato de bolsillo

    La Canon G12 no fue pensada para competir con las DSLR. Pero en la práctica, y especialmente para quien sabe lo que busca, es una pequeña joya.

    Su sensor CCD de 10 megapíxeles ofrece ese look nostálgico que muchos fotógrafos extrañamos: colores más densos, negros profundos, y un contraste que te hace decir “wow” sin pasar por Lightroom.

    Es cierto, el sensor es pequeño (1/1.7”) y el ruido aparece rápido a partir de ISO 400, pero a cambio tienes una cámara robusta, compacta, con una lente versátil (28-140 mm equivalente), controles físicos que invitan a tomarte tu tiempo, y una ergonomía deliciosa. La puedes llevar en el bolsillo de la chaqueta o colgarla al cuello sin que te pese.

    Es la cámara que siempre te acompaña… y te premia por hacerlo.


    La Olympus E-520: una DSLR liviana que no te pone límites

    Por otro lado, la Olympus E-520 representa esa época en que las DSLR no eran tan pesadas ni tan pretenciosas. Sensor Cuatro tercios de 10 MP, estabilización en el cuerpo, y la posibilidad de usar toda la línea de lentes Zuiko, o incluso adaptarle cristales vintage.

    Lo primero que sientes al tomarla es que está hecha para durar. El grip es firme, los menús son simples, y el obturador suena con autoridad. Si tienes un buen lente (yo la he usado con el Zuiko 14-42 mm y también con el 40-150), las fotos tienen buen detalle y nitidez.

    Y si te gusta experimentar, esta cámara es una puerta abierta: puedes montar lentes manuales con adaptadores, usarla con flashes externos, y jugar con la exposición como en los viejos tiempos.


    Canon G12 vs Olympus E-520: cara a cara

    CaracterísticaCanon G12Olympus E-520
    Sensor1/1.7” CCD, 10 MPFour Thirds Live MOS, 10 MP
    ColorVibrante, nostálgicoNeutro, editable en RAW
    LenteFijo 28–140 mm equivalenteIntercambiables (Four Thirds)
    PortabilidadMuy compactaDSLR liviana
    ControlesRuedas físicas, muy intuitivaMenú DSLR, personalizable
    Estilo de usoCallejera, discreta, urbanaVersátil, controlada, técnica

    ¿Con cuál me quedo?

    Ambas tienen un lugar en mi estantería. La Canon G12 es esa cámara con la que sales a caminar sin rumbo, pero vuelves con fotos que cuentan historias. La Olympus E-520 es la que uso cuando quiero pensar, probar distintos lentes, y componer con calma.

    Son cámaras que no compiten, se complementan. Una es poesía urbana; la otra, estructura clásica.

    Y eso es lo bonito de la fotografía digital de esa época: no todo era “más megapíxeles”. A veces, lo que te hace quedarte con una cámara es simplemente cómo te hace sentir cuando la usas.

  • Luces y Suspiros: Barranco de Noche con la Nikon D80

    Luces y Suspiros: Barranco de Noche con la Nikon D80

    Hay algo especial en Barranco de noche. Ese aire bohemio que no se apaga, esas luces cálidas que parecen sacadas de un recuerdo, y ese silencio que solo se rompe con el clic del obturador. En una de esas noches decidí salir ligero, solo con mi fiel Nikon D80 y el clásico lente de kit 18-55mm. Nada más. Lo justo para capturar la esencia del lugar sin distraerme con el equipo.

    La caminata comenzó en la Biblioteca de Barranco, aquel dia de Noviembre de 2009, ese edificio elegante que siempre me pareció un tesoro escondido. Bajo la tenue iluminación pública, su fachada se volvía casi etérea. Jugué con las sombras, los reflejos y la composición, buscando destacar sus líneas coloniales sin perder el carácter íntimo del entorno.

    Seguí bajando hasta el famoso Puente de los Suspiros. Pocas veces lo había visto tan tranquilo. Sin turistas, sin apuro. Solo una pareja sentada en silencio y yo, tratando de capturar ese instante suspendido en el tiempo. Opté por una velocidad baja, trípode en mano, y aproveché el leve reflejo de las luces sobre el empedrado mojado para darle profundidad a la escena.

    La Nikon D80, a pesar de su edad, se portó como una campeona. Su sensor CCD sigue teniendo esa magia en las sombras y los colores nocturnos que muchas cámaras modernas han perdido. Sí, no es la mejor en ISO alto, pero cuando uno conoce su cámara, sabe hasta dónde puede empujarla sin romper la estética.

    De vuelta a casa, abrí las tomas en Lightroom. Solo necesité algunos ajustes suaves: levantar un poco las sombras, recuperar luces, y dejar que la atmósfera hablara por sí sola. No se trataba de perfección, sino de transmitir cómo se sentía Barranco esa noche: melancólico, sereno, lleno de historia y poesía.

    Fue una sesión sin expectativas técnicas, pero con mucha conexión emocional. A veces, salir con lo básico te recuerda por qué comenzaste a fotografiar.

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  • El Palacio de Justicia entre Lluvias: Fotografía Nocturna con la Nikon D100

    El Palacio de Justicia entre Lluvias: Fotografía Nocturna con la Nikon D100

    Esa noche, 17 de setiembre de 2009, Lima no prometía tregua. La lluvia caía con constancia sobre el asfalto, y muchos habrían pensado que era mejor dejar la cámara guardada. Pero cuando uno vive para la fotografía, sabe que la lluvia no apaga la inspiración: la transforma.

    Salí con mi (no tan) vieja en aquel momento y confiable Nikon D100, una cámara que hoy puede parecer modesta, pero que en su tiempo supo abrir caminos. La acompañaba un lente de kit Nikkor 18-55mm, nada lujoso, pero suficientemente versátil para lo que tenía en mente. El destino: el Palacio de Justicia, imponente incluso bajo el cielo gris de la noche limeña.

    El desafío era claro: capturar los detalles arquitectónicos bajo la tenue luz de las farolas, con el reflejo de la lluvia intensificando texturas y volúmenes. No era noche para largas exposiciones tranquilas. El viento y la humedad lo ponían todo en juego, desde la estabilidad del trípode hasta el estado de ánimo del fotógrafo.

    Para lograr una toma amplia sin perder definición, opté por una serie de fotografías verticales, cuidadosamente alineadas para luego componer una panorámica en Lightroom. El resultado fue casi mágico: columnas bañadas en agua, gárgolas de piedra que parecían respirar bajo la bruma, y ese halo amarillo de las luces antiguas dibujando siluetas en cada esquina del edificio.

    Editar en Adobe Lightroom fue como revivir cada segundo de esa noche. Levantar las sombras con sutileza, equilibrar el contraste sin perder esa atmósfera melancólica y lluviosa, y dejar que los tonos fríos de la piedra hablaran por sí solos. No quise exagerar. Solo resaltar lo que ya estaba allí: la majestuosidad del Palacio, el silencio de la noche y la lluvia como música de fondo.

    No fue una noche perfecta. Fue una noche real, cargada de agua, de frío, de esfuerzo… pero también de esa satisfacción única que se siente cuando sabes que atrapaste algo irrepetible con tu cámara.

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  • Maquinaria y Poder: Tres Íconos del Aire y la Tierra en Película

    Maquinaria y Poder: Tres Íconos del Aire y la Tierra en Película

    Hay días, como aquel verano del 2013, en que la fotografía trasciende la imagen. Uno de esos días fue mi visita a la Base Aérea Las Palmas, en Lima, armado solo con mi Nikon F5, mi confiable Nikkor 28-105mm y un rollo de película que terminaría lleno de historia militar peruana.

    La luz era generosa, el ambiente vibraba entre familias, motores apagados y hélices inmóviles, pero aún así todo estaba cargado de energía. Fue allí donde capturé tres máquinas muy distintas, pero igualmente imponentes.

    Lockheed C-130 Hercules: El Gigante Silencioso

    No hay forma de ignorarlo. El C-130 Hercules de la Fuerza Aérea del Perú se alzaba como un coloso blanco y gris, con hélices rayadas como dientes de sierra listas para devorar cielo. La matrícula “397” dejaba claro que este no era cualquier avión: es un símbolo de ayuda, transporte y presencia en todo el territorio nacional. Verlo en tierra, abierto al público, fue como ver a un león dormido. Disparé en modo manual, buscando el contraste entre su masa metálica y el cielo limpio limeño.

    Mercedes-Benz Unimog: Utilitario Blindado con Historia

    Unos pasos más allá, me encontré con una rareza: un Mercedes-Benz Unimog adaptado para misiones militares, con camuflaje peruano y el emblema de la FAP. Su estructura robusta y su armamento montado en la parte posterior hablaban de un vehículo listo para zonas difíciles, para caminos donde no hay caminos. Me detuve a mirar sus detalles: las tuercas, las sombras, el brillo gastado de la pintura. Mi F5 no perdonó detalles y agradecí cada milímetro de rango que me dio el lente 28-105mm.

    Embraer Tucano NAVAL: Compacto, Ágil y Letal

    Por último, me sorprendió la presencia del Tucano EMB-312 de la Marina de Guerra del Perú. Compacto, aerodinámico, elegante. Su matrícula “AI-510” brillaba en el timón vertical, con la bandera peruana como testigo de su servicio. Este avión, diseñado originalmente en Brasil, es el paso intermedio entre un alumno y un piloto de combate. Lo fotografié desde su ángulo trasero, con una palmera limeña al fondo que parecía decorado. Pero no lo era. Era Lima. Era real. Y todo quedó capturado en emulsión.


    Cada una de estas máquinas representa algo más que metal y tornillos: son herramientas de servicio, de soberanía, de historia. Fotografiar estos vehículos con película es mi forma de honrarlos, sin artificios digitales ni filtros exagerados. Solo luz, lente y un disparo bien pensado.

  • Mi-17 de la Fuerza Aérea del Perú: Fotografía Analógica con Nikon F5 en Las Palmas

    Mi-17 de la Fuerza Aérea del Perú: Fotografía Analógica con Nikon F5 en Las Palmas

    Aquel día, verano del 2013, en la Base Aérea Las Palmas, mientras el sol limeño jugaba con las sombras de hangares y alas extendidas, me encontré frente al Mi-17 de la Fuerza Aérea del Perú. Imposible ignorar su presencia. Grande, robusto y preparado para cualquier misión, este helicóptero ruso es parte fundamental del brazo aéreo del país, y verlo de cerca —sin prisas, sin ruido de rotor— es una experiencia poderosa.

    Con mi fiel Nikon F5 cargada con película y montado el versátil Nikkor 28-105mm, encuadré al Mi-17 tratando de capturar su carácter: su volumen imponente, las líneas utilitarias de su diseño soviético, y esa sensación de que está listo para despegar en cualquier momento. No es un helicóptero elegante, es funcional, directo, y por eso me gusta tanto. Tiene cicatrices, óxido aquí y allá, detalles que cuentan historias.

    Lo fascinante del Mi-17 no está solo en sus capacidades técnicas —como su capacidad de carga o resistencia en condiciones extremas—, sino en cómo representa una parte del Perú profundo: el que necesita transporte aéreo donde no hay carreteras, el que opera entre cerros y selvas, el que responde en emergencias.

    Estas fotos no fueron pensadas para ser perfecta, sino sincera. Y eso es lo que busco con cada disparo en película: imágenes que no solo muestren, sino que hablen.