Categoría: Fotografia

  • Amanecer en Chala: Barcos Dormidos y Luz Dorada desde el Hotel de Turistas

    Amanecer en Chala: Barcos Dormidos y Luz Dorada desde el Hotel de Turistas

    Despertar frente al mar es un lujo. Pero hacerlo en Chala, Arequipa, tiene un matiz distinto: es como si el tiempo se detuviera por unos minutos mientras el sol tiñe de oro todo lo que toca. En febrero de 2018, pasé una noche en el clásico Hotel de Turistas, ubicado justo frente al mar, y al día siguiente salí con mi Canon G1 X a capturar ese instante único en que el día comienza y la calma aún no se rompe.

    Apenas asomaba la luz, la atmósfera ya estaba cargada de una calidez mágica. El cielo era un degradado de celeste pálido con tonos durazno. La bahía estaba quieta, casi como un lago, y las embarcaciones de pesca —pintadas con nombres como “Estrella”, “Huellas” o “Dios Proveerá”— flotaban, inmóviles, como esperando una orden divina para moverse.

    Luz cálida y textura costera

    Con la Canon G1 X en mano, una cámara compacta con alma de reflex, empecé a componer. Su sensor grande y su capacidad de disparar en RAW fueron clave para capturar la riqueza cromática del amanecer sin perder detalle en las sombras ni quemar las luces.

    Los botes parecían suspendidos, como parte de una coreografía marina. Y la luz dorada del sol, aún bajo en el horizonte, resaltaba los verdes, rojos y azules de las embarcaciones, dándoles una apariencia casi pictórica. Me enfoqué en las texturas: la superficie del agua, las rocas oscuras del primer plano y los reflejos suaves que jugaban entre las olas.

    Una postal de la pesca artesanal peruana

    Más allá de la imagen estética, lo que me atrapó fue la sensación de comunidad: esos barcos representan el sustento de muchas familias. En ese momento del día, sin motores, sin redes en uso, son simplemente parte del paisaje. Pero uno sabe que en minutos comenzará la rutina: redes al agua, motores rugiendo, y el puerto tomando vida.

    Esa pausa antes del movimiento es lo que quise capturar. Un instante de paz antes del trabajo. Una postal honesta de la costa peruana.


    Cámara: Canon PowerShot G1 X
    Modo: Apertura, RAW
    Ubicación: Chala, Arequipa, Perú
    Fecha: Febrero 2018
    Notas técnicas: ISO bajo, apertura media para nitidez y detalle, velocidad moderada para captar calma sin congelar del todo el agua.

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  • Atardecer en el Callao: Una Tarde de Abril con mi Canon G12

    Atardecer en el Callao: Una Tarde de Abril con mi Canon G12

    Hay tardes que se graban en la memoria, no por lo extraordinario, sino por lo perfectamente cotidiano. Abril de 2014 me regaló una de esas. Tomé mi Canon G12 —mi compañera compacta de espíritu profesional— y me fui a La Punta, ese rincón del Callao que siempre me ha parecido una mezcla entre postal olvidada y resistencia costera.

    La idea era simple: capturar el atardecer. Pero no cualquier atardecer… sino uno que refleje el contraste entre la calma del mar y el bullicio industrial del puerto. Me aposté en la playa de piedras, con la brisa salada en la cara y el trípode bien plantado. El sol comenzaba a ocultarse detrás de una cortina de nubes que apenas dejaban pasar los rayos dorados. El cielo, como en una pintura impresionista, explotaba en tonos pastel que iban desde el azul suave hasta un naranja casi tímido.

    Con la Canon G12 en modo manual, aproveché su capacidad para disparar en RAW y controlar la exposición. Me permití exposiciones largas para suavizar el mar, borrar las olas, y dejar solo una alfombra de seda líquida que reflejaba las luces del puerto como pinceladas de color.

    La Magia del Puerto en Larga Exposición

    Desde mi posición, el terminal de contenedores se mostraba como una ciudad propia: luces, grúas, movimiento. Pero con las largas exposiciones, esa actividad se volvía fantasmal. Los barcos se desdibujaban, las luces se extendían como hilos de oro sobre el agua. Había algo hipnótico en ese contraste entre el rugido de la industria y la quietud de la cámara.

    Tomé varias fotos jugando con el balance de blancos, buscando que los tonos fríos del cielo no opacaran el calor de las luces artificiales. Cada disparo era una mezcla entre técnica y paciencia. Y aunque la G12 no es una cámara “moderna” para los estándares actuales, tiene algo que muchas han perdido: carácter. Su sensor y su procesado producen imágenes con alma, con ese toque “orgánico” que muchas veces echo de menos en equipos más nuevos.

    Lo que Aprendí esa Tarde

    Fotografiar el puerto del Callao me enseñó que no siempre necesitas viajar lejos para encontrar belleza. A veces está a unos cuantos kilómetros, esperando ser descubierta con la luz adecuada y una cámara con la que te sientas conectado.

    También fue un recordatorio de que la fotografía no es solo capturar, es interpretar. Transformar un paisaje industrial en una escena casi poética no es solo técnica: es visión.


    Cámara: Canon PowerShot G12
    Modo: Apertura
    Formato: RAW
    Técnica: Larga exposición, trípode
    Ubicación: Playa de La Punta, Callao
    Fecha: Abril 2014


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  • Guardianes del Cielo Peruano: Helicópteros Mi-17 del Ejército del Perú

    Guardianes del Cielo Peruano: Helicópteros Mi-17 del Ejército del Perú

    Era una tarde despejada en Lima. El cielo tenía ese azul intenso que invita a mirar hacia arriba y detener el tiempo por un instante. Desde el balcón de mi casa, el zumbido grave y familiar de rotores se hizo presente. Sin pensarlo dos veces, tomé mi Nikon D300s y monté uno de mis lentes favoritos: el Nikkor 80-200mm f/2.8 ED, un clásico de la fotografía de acción y reportaje.

    Mientras los helicópteros surcaban el cielo, pude capturar una serie de imágenes de dos imponentes Mil Mi-17 pertenecientes al Ejército del Perú. El primero, con matrícula EP-678, presentaba el característico esquema verde militar, sobrio pero elegante. El segundo, el EP-686, lucía un camuflaje pixelado, ideal para operaciones en terreno selvático. Ambos dejaron una estela visual impresionante en el cielo limeño.

    El Mil Mi-17: trabajo pesado y fiabilidad rusa

    Diseñado por la oficina de diseño Mil de la antigua Unión Soviética, el Mi-17 es una evolución del Mi-8, reconocido mundialmente por su robustez y capacidad de carga. Es un helicóptero de transporte medio, capaz de operar en condiciones extremas —desde desiertos hasta selvas y alturas andinas— lo que lo convierte en una herramienta esencial para las fuerzas armadas peruanas.

    Estos helicópteros no solo transportan tropas y suministros; también son utilizados en misiones de rescate, apoyo humanitario y evacuación médica. Su capacidad de adaptarse a distintos roles lo hace indispensable en un país con geografía tan diversa como el nuestro.

    Técnica y sentimiento

    Fotografiar desde el balcón tiene sus retos. No hay margen de error ni tiempo para cambiar de lentes o buscar mejor ángulo. Usé el modo de disparo continuo de la D300s, con enfoque automático en seguimiento (AF-C), para asegurar nitidez mientras los helicópteros se desplazaban rápidamente. La apertura de f/4 me dio un buen equilibrio entre nitidez y separación del fondo, y el ISO lo mantuve en 200 aprovechando la excelente luz.

    Procesé las imágenes en NX Studio, el software de Nikon, que me permitió mantener la fidelidad de color y contraste del archivo RAW original. La representación del verde militar, el camuflaje digital y el brillo metálico del fuselaje se conservaron con gran precisión.

    Una postal aérea que habla de soberanía

    Ver volar a estos helicópteros me genera respeto. Son máquinas que han sido testigo de operativos complejos, misiones humanitarias y entrenamientos en los cielos más exigentes. Pero también son una postal de soberanía, de esfuerzo logístico y tecnológico que a menudo pasa desapercibido.

    Aquí no solo capturo dos aeronaves en vuelo; es un homenaje visual a quienes las pilotan, a quienes las mantienen y a todo lo que representan.

  • La Florida, Huaral: Antesala a las nubes y al desafío de Rúpac

    La Florida, Huaral: Antesala a las nubes y al desafío de Rúpac

    Marzo de 2011. Un viaje de esos que no se olvidan, no solo por las vistas, sino por las experiencias que quedan tatuadas en la memoria. Nos encontrábamos en La Florida, un pequeño pueblo en Huaral que muchos conocen como la antesala al mítico Rúpac, ese conjunto de ruinas preincaicas que algunos se atreven a llamar el Machu Picchu limeño.

    Este viaje lo hice junto a un grupo de amigos fotógrafos. Armados con nuestras cámaras y una buena dosis de entusiasmo, salimos en busca de paisajes únicos y cielos despejados. Yo llevaba conmigo mi fiel Nikon D80, con la que capturé retratos del pueblo, sus calles polvorientas, las casas de adobe y la tranquilidad que parece haberse detenido en el tiempo. La luz de marzo en la sierra baja es particular: dura y contrastada, pero perfecta para capturar texturas y profundidad.

    El inicio de una aventura vertical

    La Florida marca el inicio del camino hacia Rúpac. Desde allí, comienza una ruta de trekking que rápidamente gana altura y pone a prueba el físico de cualquiera. En ese entonces, no éramos precisamente expertos en caminatas de alta montaña. A pesar del entusiasmo y la emoción, subestimamos el desafío que se venía. La ruta, empinada y sin sombra, se hace sentir desde los primeros pasos.

    Con cada metro ascendido, la vista se expandía. Huaral se iba desdibujando en la bruma del valle, mientras las montañas se cerraban a nuestro alrededor. Sin embargo, el verdadero reto no era solo físico, sino también mental.

    Cuando el sol cae… y aún falta camino

    La falta de experiencia —y algo de planificación— nos jugó una mala pasada. La subida, que pensábamos completar con luz de día, nos sorprendió con el anochecer a mitad de camino. La oscuridad en la sierra es absoluta. Cada paso se volvía incierto y el silencio del entorno se interrumpía solo por nuestras respiraciones agitadas y las piedras sueltas bajo los pies.

    En ese momento entendí la importancia de la altura. No solo por el aire más escaso, sino por la inmensidad del paisaje que te hace sentir pequeño. La adrenalina de estar en medio de la nada, guiándonos solo con linternas improvisadas, nos unió como grupo. Fue una lección de humildad y respeto por la montaña.

    El descenso y la lluvia: doble desafío

    Tras una noche fría en la zona de campamento y algunas tomas nocturnas que intenté capturar a pulso con mi Nikon, al día siguiente emprendimos el retorno. Pero la montaña aún no nos dejaba ir sin otra prueba: la lluvia.

    No fue intensa, pero sí suficiente para convertir el camino en una mezcla de barro y piedras resbalosas. Bajamos con cuidado, usando bastones improvisados y tratando de no mirar demasiado abajo. La cámara, protegida entre capas de ropa y plástico, fue testigo de cada tropiezo y cada risa nerviosa.

    Reflexiones entre nubes

    Ese viaje a La Florida y Rúpac no solo me dejó fotografías. Me dejó la certeza de que las mejores aventuras muchas veces se dan fuera de lo planificado. Que los errores de cálculo se convierten en recuerdos imborrables, y que la fotografía no siempre es solo luz y técnica, sino también vivencia y emoción.

    Tomadas con Nikon D80, lente kit 18-55 procesadas con Nikon NX studio

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  • Canon G1 X vs Olympus E-520: entre compacta premium y DSLR liviana

    En la fotografía no todo es resolución ni velocidad. A veces, el alma de una cámara está en cómo se siente al usarla, en la forma en que traduce la luz en colores, o en lo fácil que es simplemente salir con ella al cuello sin planificar mucho.
    Eso es justo lo que me pasó con dos cámaras muy diferentes: la Canon PowerShot G1 X y la Olympus E-520.

    Ambas tienen sus años, ambas tienen personalidad, y lo mejor de todo… aún tienen mucho que dar.


    Canon G1 X: sensor grande, alma compacta

    La G1 X llegó como una rareza: una compacta con un sensor casi del tamaño APS-C. Con sus 14 MP en un sensor de 1.5” CMOS, esta cámara fue el intento de Canon por romper el molde de las compactas tradicionales.

    Y sí que lo logró.

    Es una cámara que entrega colores limpios, detalle nítido y un rango dinámico muy respetable. Su lente fijo 28–112 mm equivalente es más que suficiente para calle, retrato y hasta algo de paisaje. ¿Lo mejor? Está integrada, así que no tienes que preocuparte por cambiar nada. Es sacar, disparar y listo.

    Con un diseño robusto, controles accesibles y un visor óptico decente (aunque algo limitado), la G1 X es perfecta para quien quiere calidad DSLR sin cargar una DSLR.


    Olympus E-520: una DSLR para los que disfrutan el proceso

    La E-520 es una DSLR del tipo que ya no se hace: compacta, liviana y con esa calidad Olympus que se siente en los colores y en el tacto.

    Su sensor Four Thirds de 10 MP no compite en tamaño con el de la G1 X, pero es suficiente para obtener buenas tomas con los lentes adecuados. Personalmente, he usado el kit Zuiko 14-42 y también lentes manuales adaptados, y la cámara responde bien, especialmente en condiciones de luz controlada.

    Tiene algo que se valora mucho hoy: estabilización en el cuerpo, un buen visor óptico, y la libertad de jugar con cristales antiguos gracias a la montura Four Thirds.
    Y aunque el ISO se queda algo corto comparado con sensores más modernos, el color y el detalle en buenas condiciones siguen siendo encantadores.

    Comparativa directa: G1 X vs E-520

    CaracterísticaCanon G1 XOlympus E-520
    Sensor1.5” CMOS, 14 MPFour Thirds Live MOS, 10 MP
    ISO altoMuy usable hasta 1600Limitado a 400–800
    RAWFlexible y limpioMenor rango dinámico
    LenteFijo 28–112 mm f/2.8–5.8Intercambiables (Four Thirds)
    EstabilizaciónNoEn el cuerpo
    TamañoCompacta, robusta, discretaDSLR liviana
    FeelingUrbana, lista para todoMás control, más artesanal

    ¿Con cuál me quedo?

    Ambas son geniales, pero diferentes. La Canon G1 X es para el fotógrafo que quiere llevar una cámara lista para cualquier ocasión, sin comprometer calidad. Es la que metes en la mochila en un viaje corto, o con la que sales a caminar por la ciudad y vuelves con fotos que sorprenden.

    La Olympus E-520, en cambio, es para quienes disfrutan del proceso fotográfico: montar el lente, ajustar el enfoque, pensar la toma. Es más reflexiva, más pausada… pero también más creativa.

    Y como todo en la fotografía, no se trata de cuál es “mejor”, sino cuál te inspira más.