Autor: nettix

  • Luz, Piedra y Silencio: Mi Encuentro con la Catedral de Santiago de Chile

    Luz, Piedra y Silencio: Mi Encuentro con la Catedral de Santiago de Chile

    En el corazón de Santiago de Chile, entre edificios modernos y la vitalidad urbana de la Plaza de Armas, se alza con majestuosidad la Catedral Metropolitana. Fue en 2019, con una Canon G1 X en mano y la mirada curiosa de quien se deja sorprender por la historia, que recorrí sus rincones y me dejé envolver por la luz, el arte y el silencio de este lugar sagrado.

    Un cielo despejado y una luz ideal

    La mañana santiaguina de Mayo 2019, me recibió con un cielo de un azul vibrante. No había una sola nube que opacara la fachada neoclásica de la catedral, cuyos detalles cobran vida cuando la luz del sol baña sus esculturas y relieves. La Canon G1 X capturó ese contraste con precisión: los tonos dorados de la piedra frente al azul infinito. Era como si el clima mismo se hubiera confabulado para que las fotos salieran perfectas.

    Una fachada que impone y seduce

    El exterior de la catedral es un manifiesto de elegancia barroca con toques neoclásicos. Las torres simétricas, las esculturas en lo alto y los arcos perfectamente alineados narran siglos de historia. Me tomé mi tiempo para observar cada columna, cada figura tallada, mientras los transeúntes se movían ajenos a la belleza que tenían frente a ellos. El lente de la Canon G1 X, con su sensor grande y su fidelidad de color, logró inmortalizar esos instantes con una nitidez que aún me emociona revisar años después.

    El interior: una sinfonía de arte y devoción

    Al cruzar sus puertas de madera tallada, el bullicio de la ciudad se desvaneció. Entré a un mundo de luz filtrada, techos pintados y candelabros majestuosos. La bóveda parecía una obra de arte celestial: frescos que narran pasajes bíblicos, detalles en pan de oro, mármoles rosados y celestes que danzan con la luz.

    Las fotografías interiores fueron un reto que la G1 X superó con elegancia. A pesar de la iluminación tenue y natural, la cámara logró captar la profundidad de los colores, las texturas y los matices de cada mural. Cada disparo fue como un pequeño homenaje a los artesanos y artistas que levantaron esta joya.

    Más que una iglesia, una cápsula del tiempo

    La Catedral de Santiago no es solo un templo. Es testigo de terremotos, reconstrucciones, cambios políticos y momentos clave en la historia chilena. Sentado en una de sus bancas, con el obturador ya en reposo, entendí que este edificio no vive solo en su piedra, sino en la forma en que emociona al que la observa.

    Reflexión final

    Volver a mirar esas fotos hoy, años después, me transporta de inmediato al 2019. A ese día soleado, al murmullo de las oraciones, al eco de los pasos sobre el mármol. A esa experiencia que solo una cámara como la Canon G1 X puede registrar con tanta fidelidad.

    Si alguna vez visitas Santiago, haz una pausa frente a su catedral. Y si puedes, llévala contigo no solo en la memoria, sino también en imágenes. Algunas arquitecturas no se olvidan. Esta, definitivamente, es una de ellas.

  • Canon G1 X vs G12: Dos joyas compactas con alma propia

    ¿Sigue valiendo la pena la Canon G12 en 2025? ¿La G1 X fue realmente su sucesora?

    En el mundo de las compactas de gama alta, hay nombres que se quedan grabados en la memoria. La Canon G12 es uno de ellos: sobria, confiable y con ese aire clásico que encanta a los fotógrafos callejeros. Luego llegó la Canon G1 X, una cámara que prometía revolucionar lo que entendíamos por una compacta. ¿Lo logró? Sí y no.

    Compararlas es como enfrentar dos épocas. La G12 representa el refinamiento de lo conocido. La G1 X, el salto audaz hacia lo desconocido. En este artículo, no solo las enfrentamos en especificaciones: te cuento cómo se sienten en la mano, en la calle, y en el corazón de un fotógrafo.


    Diseño: ¿retro cómoda o moderna robusta?

    La G12 es un pequeño tanque elegante. Compacta, con rueda frontal y trasera, visor óptico y controles físicos que invitan a la acción. Es la cámara que uno agarra sin pensarlo para una caminata de domingo o una tarde de retratos con luz natural.

    La G1 X es más grande, más seria. Tiene un cuerpo sólido que se siente profesional, pero sacrifica algo de portabilidad. Si la G12 entra en la casaca sin molestar, la G1 X necesita su propio espacio… pero entrega más.


    Calidad de imagen: aquí no hay empate

    La diferencia más brutal entre ambas está en el sensor.

    • La G12 usa un CCD de 1/1.7″, con ese color especial, casi orgánico, que tanto enamora en JPG.
    • La G1 X rompe el molde con un sensor CMOS de 1.5”, enorme para una compacta, casi APS-C.

    ¿Resultado? En RAW, la G1 X tiene más detalle, más rango dinámico, y mejores resultados en alta sensibilidad. Pero los archivos de la G12 tienen una textura que simplemente… encanta.


    Lentes: el eterno dilema entre rango y apertura

    Ambas parten de los 28mm, pero ahí empiezan las diferencias:

    • G12: 28-140mm f/2.8-4.5
    • G1 X: 28-112mm f/2.8-5.8

    La G12 es más luminosa en tele y cubre más rango, ideal para retratos lejanos. La G1 X se queda un poco corta en teleobjetivo y oscurece rápido, pero su sensor grande compensa en situaciones con poca luz.


    Usabilidad: rápida y directa vs. lenta pero poderosa

    Si quieres disparar y disfrutar, la G12 es una maravilla. Rápida, intuitiva, con visor útil y botones bien ubicados.

    La G1 X necesita más paciencia. Enfoca más lento, pesa más, pero cuando te detienes a componer y trabajas en RAW… lo que entrega vale cada segundo.


    ¿Con cuál me quedo?

    • La G12 es como ese amigo de toda la vida: confiable, sencillo, siempre listo. Ideal para quien quiere fotos con personalidad sin complicarse.
    • La G1 X es el amigo nuevo que sorprende: un poco exigente, pero capaz de cosas que no esperabas de una compacta.
  • Retratos de Espera: Un Día en San Pedro de Casta

    Retratos de Espera: Un Día en San Pedro de Casta

    Después de una noche estrellada en Marcahuasi y una mañana donde el sol encendía las rocas con tonos dorados, tocaba el regreso. Bajamos a San Pedro de Casta sin apuro, todavía envueltos en la atmósfera mágica de la altura. La luz de ese día tenía una calma distinta, como si el pueblo supiera que el viaje estaba llegando a su fin.

    Mientras esperábamos el bus de vuelta a Lima, saqué nuevamente mi Minolta X-700. Aunque el cuerpo aún sentía el cansancio del trekking, los ojos estaban más atentos que nunca. San Pedro de Casta, con su plaza polvorienta, su gente de mirada directa y silenciosa, y sus caballos amarrados junto a muros de adobe, se convirtió en un escenario íntimo. Era como si el pueblo entero estuviera en pausa, dejando que la cámara recogiera lo que quedaba del viaje.

    Fotografié los caballos, cuyas riendas tejidas y monturas gastadas hablaban de historia y trabajo. Las mujeres con sombreros de paja, sentadas bajo el sol, compartiendo risas o simplemente descansando, se convirtieron en retratos espontáneos de una comunidad viva. También hubo miradas esquivas, gestos naturales, colores intensos de faldas y mantas, y un pequeño arco de piedra —quizás una vieja capilla— que parecía guardar el tiempo.

    Cada disparo fue una despedida lenta. No buscaba la foto perfecta, sino conservar el pulso tranquilo de ese día. En ese par de horas, San Pedro de Casta me pareció más que una parada antes de Marcahuasi. Fue un lugar donde el viaje se cerró con humanidad, color y textura.

    Ahora que revelo estas imágenes, me doy cuenta de que tienen algo que no podría capturar con una cámara digital: un leve temblor de nostalgia, de polvo, de luz detenida. Como si cada foto supiera que era el final.

  • Marcahuasi 2009: Luces de Altura y Película

    Marcahuasi 2009: Luces de Altura y Película

    Fotografías con Minolta X-700

    Marcahuasi, en lo alto de la sierra limeña, no se visita: se conquista. En el año 2009 emprendí una travesía a pie hasta sus mesetas y formaciones rocosas, cargando mochilas, sueños y una Minolta X-700 cargada con película Kodak.

    Subiendo a más de 4000 msnm

    El camino en altura nos recibió con polvo, piedras sueltas y un silencio roto solo por nuestros pasos. Subimos acompañados de burros y gente local que sabía más del cerro que nosotros. A cada curva, el paisaje se abría como un abanico de luces y sombras. La Minolta X-700, completamente manual, me obligaba a mirar con atención: medir la luz, enfocar, disparar con intención.

    El campamento en el Anfiteatro

    Al llegar al anfiteatro natural de Marcahuasi, uno comprende por qué este lugar fue considerado sagrado. Las carpas se alineaban entre rocas milenarias y siluetas que parecen esculpidas por dioses. Dormimos rodeados de misterio, bajo un cielo que parecía más cerca que nunca.

    Un atardecer inolvidable

    El momento más mágico fue el atardecer. La luz comenzó a bañar todo en tonos dorados, anaranjados, violáceos. La película capturó eso con una fidelidad que pocas veces he vuelto a ver. En cada fotograma se quedaron congelados los colores exactos de ese instante. Marcahuasi, filmado con la X-700, no se ve: se siente.


    ? Camino de subida
    Burros, gente local y nosotros, cruzando un sendero de tierra colgado sobre los abismos. La altura se siente. La luz es dura, pero el grano de la película la suaviza.

    ? Primeras formaciones
    Figuras humanas y animales se recortan en las rocas. Nada parece azaroso. Todo parece tallado a mano por siglos de viento.

    ? Campamento en el anfiteatro
    Toldos de colores, risas lejanas, el eco de las piedras. La película recoge el contraste entre las carpas modernas y el entorno prehistórico.

    ? Atardecer andino
    Uno de los momentos más bellos que he vivido. Las sombras largas, la temperatura de color cálida, la bruma que cae sobre los valles… y la cámara captándolo todo, sin prisa.

    ? Amanecer sobre los valles
    El sol aún no sale del todo. Desde la cima, las capas de montañas se superponen como pliegues de papel. Uno respira silencio.


    ? Detalles técnicos (para los curiosos)

    • Cámara: Minolta X-700 (35mm, montura MD)
    • Película: Kodak Gold 200 ISO
    • Lente usado: Minolta Rokkor 50mm f/1.7
    • Modo de medición: Promedio ponderado, Apertura
    • Año del viaje: 2009
    • Ubicación: Marcahuasi, Huarochirí, Lima, Perú

    ¿Por qué seguir disparando en film?

    Porque cada foto cuenta una historia antes de verla. Porque el sonido del obturador de la X-700 es música. Porque no hay nada más honesto que una imagen revelada sin filtros. Y porque algunos paisajes, como Marcahuasi, se merecen el alma de la película.

  • Recorriendo Lima con mi Nikon F3: detalles arquitectónicos en película

    Recorriendo Lima con mi Nikon F3: detalles arquitectónicos en película

    Aquella mañana decidí salir temprano con mi Nikon F3, cargada con película Kodak ProImage y el clásico lente 50mm f/1.8 que vino de kit. Quise explorar las calles del centro de Lima sin apuro, capturando detalles arquitectónicos que normalmente pasan desapercibidos cuando vamos apurados en el día a día.

    Mi primera parada fue el Teatro Principal Manuel A. Segura. Siempre me llamó la atención su estilo neoclásico tan marcado, con columnas imponentes y detalles dorados que recuerdan un poco a Francia. Tomar fotos allí fue como viajar brevemente en el tiempo, imaginando cómo serían aquellas noches cuando el teatro estaba en su máximo esplendor.

    Mientras caminaba, entre Mesa Redonda, un área comercial donde venden muchas cosas de importación, y la calle Capón, donde inicia el Barrio Chino, me topé con un edificio azul intenso, que siempre había visto de reojo, pero nunca me había detenido a admirar realmente. Su fachada me recordó enseguida al estilo francés del Segundo Imperio, especialmente por esas ventanas largas y el techo inclinado con esas tejas características que parecen escamas.

    Más adelante, otro edificio, ya por el lado de Jirón de la Unión, me encontré en una esquina un McDonalds, me llamó la atención por sus formas geométricas y líneas sencillas pero muy definidas. Claramente, esto era Art Decó. Este estilo me encanta por la elegancia simple y moderna que transmite, recordándome cómo Lima adoptó estas tendencias hace ya casi un siglo atrás.

    Usar la Nikon F3 fue una delicia; robusta y práctica, perfecta para este tipo de fotografía pausada y detallista. La película Kodak ProImage también hizo su parte, ofreciendo colores suaves y reales que encajaron perfectamente con el carácter tranquilo y personal que buscaba transmitir en mis fotos.

    Luego de revelar el rollo, escaneé las fotos con mi Epson V4490 en TIFF de 16 bits y di algunos retoques sutiles en Lightroom para afinar los detalles. Fue un proceso relajado y placentero, casi tanto como el paseo mismo.

    Recorrer Lima con mi cámara en mano es siempre un redescubrimiento, una manera sencilla y personal de conectar con esta ciudad que, aunque transitada a diario, sigue guardando sorpresas en cada esquina.