Categoría: Viajes

  • La Catedral de Puno: una mirada desde el lente de la Nikon D2x

    La Catedral de Puno: una mirada desde el lente de la Nikon D2x

    En el corazón de la Plaza de Armas se alza la Catedral Basílica San Carlos Borromeo de Puno, joya del barroco mestizo andino y orgullo de la ciudad altiplánica. Construida en el siglo XVIII, su fachada en piedra tallada guarda historias de fe, arte y resistencia cultural.

    En el año 2012, durante un viaje por el altiplano, tuve la oportunidad de fotografiarla con una cámara que hoy es parte de mi nostalgia fotográfica: la Nikon D2x, trabajando en formato RAW con un lente Nikkor 18-55 mm. Aunque se trataba de un lente sencillo, su versatilidad me permitió capturar desde planos generales hasta detalles arquitectónicos con gran nitidez.


    Una fachada que impone respeto

    La plaza se abre frente a la Catedral y lo primero que sorprende es la simetría de sus torres y la monumentalidad de su portada. La piedra rojiza contrasta con el intenso azul del cielo puneño, creando un escenario que pide ser fotografiado una y otra vez.


    Los detalles que cuentan historias

    Cada torre es un universo propio: campanas, relojes y cruces coronan la estructura. Los relieves tallados en piedra muestran motivos religiosos y coloniales, testimonio del mestizaje artístico de la época.
    La cúpula, sólida y elegante, se levanta como una corona sobre la nave principal, recordándonos la grandeza arquitectónica que, a pesar de los siglos, sigue en pie.


    Una experiencia fotográfica en el altiplano

    Fotografiar en Puno siempre es un reto: la luz del mediodía es intensa, el aire es más delgado y la altura se siente en cada paso. Sin embargo, el sensor CCD de la Nikon D2x se portó a la altura. El rango tonal en los archivos RAW permitió trabajar los contrastes de luz y sombra con suavidad, recuperando texturas en la piedra y manteniendo los colores vibrantes del cielo.


    Reflexión final

    La Catedral de Puno no es solo un edificio religioso: es un símbolo vivo de la identidad puneña. Revisar estas fotografías de 2012 es volver a escuchar las campanas, sentir el frío de la mañana y perderse en los detalles que, con el tiempo, uno aprende a valorar más.

    La fotografía, en este caso, se convierte en memoria y en homenaje. Y la Nikon D2x, con su característico color CCD, dejó un registro que hoy, más de una década después, sigue transmitiendo la fuerza de ese instante detenido en el tiempo.

  • Entre Viñedos y Leyendas: Una Tarde Dorada en la Hacienda Concha y Toro

    Entre Viñedos y Leyendas: Una Tarde Dorada en la Hacienda Concha y Toro

    Luego de la luz celestial de la Catedral Metropolitana de Santiago, el viaje continuó hacia otro tipo de templo: uno dedicado al vino, la tierra y la tradición. La Hacienda Concha y Toro, ubicada en las afueras de la capital chilena, fue el escenario perfecto para cerrar el día con una experiencia sensorial distinta pero igualmente sagrada.

    Un jardín, una cámara y una luz suave de otoño

    Llegamos en la tarde, justo cuando la luz del sol comenzaba a volverse dorada, cálida y suave. La hacienda colonial, con su arquitectura elegante y su jardín perfectamente cuidado, parecía sacada de un cuadro. Saqué nuevamente mi Canon G1 X, y para los interiores de la hacienda, ajusté a ISO 1600 en RAW sin miedo al ruido, y comencé a fotografiar.

    A pesar de la sensibilidad elevada, el rendimiento del sensor fue impecable: los colores se mantuvieron ricos y precisos, con un grano casi imperceptible. Las sombras profundas de los corredores contrastaban con el brillo de los arbustos iluminados por el sol, creando una atmósfera envolvente.

    La leyenda del Casillero del Diablo

    La visita nos llevó luego bajo tierra, a las famosas bodegas. Allí, la historia toma un giro místico. Se dice que Don Melchor, fundador de la viña, esparció el rumor de que el mismísimo diablo habitaba en esas cavas para proteger sus vinos más preciados. Así nació el mítico Casillero del Diablo.

    Y ahí estaba yo, cámara en mano, bajando las escaleras de piedra hacia ese mundo oscuro y húmedo. El ambiente estaba cargado de historia (y quizás algo más). La luz tenue de las lámparas apenas rozaba las paredes de ladrillo y las decenas de barricas de roble alineadas como soldados. Capturar esa escena fue un reto, pero la Canon respondió con nitidez y una calidez que hizo justicia a la atmósfera envolvente.

    Un paseo entre viñedos y reflejos

    Después de la bodega, nos tomamos un tiempo para recorrer el campo. El viñedo se extendía hasta donde la vista alcanzaba, con tonos que iban del verde al ocre. En el centro, un pequeño lago reflejaba la fachada neoclásica de la hacienda como si fuera un espejo natural. Allí todo parecía fluir con armonía: la arquitectura, el paisaje y la historia.

    Capturé la escena desde distintos ángulos, aprovechando cada rincón de luz. No había apuro, solo el deseo de guardar esos colores otoñales y texturas terrosas como un recuerdo eterno.

    Reflexión final

    La Canon G1 X, una vez más, me permitió conectar con el lugar desde lo visual y lo emocional. Disparar en RAW a ISO 1600 me dio libertad para enfocar en lo importante: la belleza del momento, más allá de las condiciones de luz.

    La Hacienda Concha y Toro no es solo una viña. Es historia viva, es leyenda, es arte embotellado. Y si alguna vez estás en Santiago, no te pierdas este rincón donde el tiempo parece detenerse, y cada paso te cuenta una historia, si estás dispuesto a escuchar… o a fotografiarla.

  • Luz, Piedra y Silencio: Mi Encuentro con la Catedral de Santiago de Chile

    Luz, Piedra y Silencio: Mi Encuentro con la Catedral de Santiago de Chile

    En el corazón de Santiago de Chile, entre edificios modernos y la vitalidad urbana de la Plaza de Armas, se alza con majestuosidad la Catedral Metropolitana. Fue en 2019, con una Canon G1 X en mano y la mirada curiosa de quien se deja sorprender por la historia, que recorrí sus rincones y me dejé envolver por la luz, el arte y el silencio de este lugar sagrado.

    Un cielo despejado y una luz ideal

    La mañana santiaguina de Mayo 2019, me recibió con un cielo de un azul vibrante. No había una sola nube que opacara la fachada neoclásica de la catedral, cuyos detalles cobran vida cuando la luz del sol baña sus esculturas y relieves. La Canon G1 X capturó ese contraste con precisión: los tonos dorados de la piedra frente al azul infinito. Era como si el clima mismo se hubiera confabulado para que las fotos salieran perfectas.

    Una fachada que impone y seduce

    El exterior de la catedral es un manifiesto de elegancia barroca con toques neoclásicos. Las torres simétricas, las esculturas en lo alto y los arcos perfectamente alineados narran siglos de historia. Me tomé mi tiempo para observar cada columna, cada figura tallada, mientras los transeúntes se movían ajenos a la belleza que tenían frente a ellos. El lente de la Canon G1 X, con su sensor grande y su fidelidad de color, logró inmortalizar esos instantes con una nitidez que aún me emociona revisar años después.

    El interior: una sinfonía de arte y devoción

    Al cruzar sus puertas de madera tallada, el bullicio de la ciudad se desvaneció. Entré a un mundo de luz filtrada, techos pintados y candelabros majestuosos. La bóveda parecía una obra de arte celestial: frescos que narran pasajes bíblicos, detalles en pan de oro, mármoles rosados y celestes que danzan con la luz.

    Las fotografías interiores fueron un reto que la G1 X superó con elegancia. A pesar de la iluminación tenue y natural, la cámara logró captar la profundidad de los colores, las texturas y los matices de cada mural. Cada disparo fue como un pequeño homenaje a los artesanos y artistas que levantaron esta joya.

    Más que una iglesia, una cápsula del tiempo

    La Catedral de Santiago no es solo un templo. Es testigo de terremotos, reconstrucciones, cambios políticos y momentos clave en la historia chilena. Sentado en una de sus bancas, con el obturador ya en reposo, entendí que este edificio no vive solo en su piedra, sino en la forma en que emociona al que la observa.

    Reflexión final

    Volver a mirar esas fotos hoy, años después, me transporta de inmediato al 2019. A ese día soleado, al murmullo de las oraciones, al eco de los pasos sobre el mármol. A esa experiencia que solo una cámara como la Canon G1 X puede registrar con tanta fidelidad.

    Si alguna vez visitas Santiago, haz una pausa frente a su catedral. Y si puedes, llévala contigo no solo en la memoria, sino también en imágenes. Algunas arquitecturas no se olvidan. Esta, definitivamente, es una de ellas.

  • Retratos de Espera: Un Día en San Pedro de Casta

    Retratos de Espera: Un Día en San Pedro de Casta

    Después de una noche estrellada en Marcahuasi y una mañana donde el sol encendía las rocas con tonos dorados, tocaba el regreso. Bajamos a San Pedro de Casta sin apuro, todavía envueltos en la atmósfera mágica de la altura. La luz de ese día tenía una calma distinta, como si el pueblo supiera que el viaje estaba llegando a su fin.

    Mientras esperábamos el bus de vuelta a Lima, saqué nuevamente mi Minolta X-700. Aunque el cuerpo aún sentía el cansancio del trekking, los ojos estaban más atentos que nunca. San Pedro de Casta, con su plaza polvorienta, su gente de mirada directa y silenciosa, y sus caballos amarrados junto a muros de adobe, se convirtió en un escenario íntimo. Era como si el pueblo entero estuviera en pausa, dejando que la cámara recogiera lo que quedaba del viaje.

    Fotografié los caballos, cuyas riendas tejidas y monturas gastadas hablaban de historia y trabajo. Las mujeres con sombreros de paja, sentadas bajo el sol, compartiendo risas o simplemente descansando, se convirtieron en retratos espontáneos de una comunidad viva. También hubo miradas esquivas, gestos naturales, colores intensos de faldas y mantas, y un pequeño arco de piedra —quizás una vieja capilla— que parecía guardar el tiempo.

    Cada disparo fue una despedida lenta. No buscaba la foto perfecta, sino conservar el pulso tranquilo de ese día. En ese par de horas, San Pedro de Casta me pareció más que una parada antes de Marcahuasi. Fue un lugar donde el viaje se cerró con humanidad, color y textura.

    Ahora que revelo estas imágenes, me doy cuenta de que tienen algo que no podría capturar con una cámara digital: un leve temblor de nostalgia, de polvo, de luz detenida. Como si cada foto supiera que era el final.

  • Marcahuasi 2009: Luces de Altura y Película

    Marcahuasi 2009: Luces de Altura y Película

    Fotografías con Minolta X-700

    Marcahuasi, en lo alto de la sierra limeña, no se visita: se conquista. En el año 2009 emprendí una travesía a pie hasta sus mesetas y formaciones rocosas, cargando mochilas, sueños y una Minolta X-700 cargada con película Kodak.

    Subiendo a más de 4000 msnm

    El camino en altura nos recibió con polvo, piedras sueltas y un silencio roto solo por nuestros pasos. Subimos acompañados de burros y gente local que sabía más del cerro que nosotros. A cada curva, el paisaje se abría como un abanico de luces y sombras. La Minolta X-700, completamente manual, me obligaba a mirar con atención: medir la luz, enfocar, disparar con intención.

    El campamento en el Anfiteatro

    Al llegar al anfiteatro natural de Marcahuasi, uno comprende por qué este lugar fue considerado sagrado. Las carpas se alineaban entre rocas milenarias y siluetas que parecen esculpidas por dioses. Dormimos rodeados de misterio, bajo un cielo que parecía más cerca que nunca.

    Un atardecer inolvidable

    El momento más mágico fue el atardecer. La luz comenzó a bañar todo en tonos dorados, anaranjados, violáceos. La película capturó eso con una fidelidad que pocas veces he vuelto a ver. En cada fotograma se quedaron congelados los colores exactos de ese instante. Marcahuasi, filmado con la X-700, no se ve: se siente.


    ? Camino de subida
    Burros, gente local y nosotros, cruzando un sendero de tierra colgado sobre los abismos. La altura se siente. La luz es dura, pero el grano de la película la suaviza.

    ? Primeras formaciones
    Figuras humanas y animales se recortan en las rocas. Nada parece azaroso. Todo parece tallado a mano por siglos de viento.

    ? Campamento en el anfiteatro
    Toldos de colores, risas lejanas, el eco de las piedras. La película recoge el contraste entre las carpas modernas y el entorno prehistórico.

    ? Atardecer andino
    Uno de los momentos más bellos que he vivido. Las sombras largas, la temperatura de color cálida, la bruma que cae sobre los valles… y la cámara captándolo todo, sin prisa.

    ? Amanecer sobre los valles
    El sol aún no sale del todo. Desde la cima, las capas de montañas se superponen como pliegues de papel. Uno respira silencio.


    ? Detalles técnicos (para los curiosos)

    • Cámara: Minolta X-700 (35mm, montura MD)
    • Película: Kodak Gold 200 ISO
    • Lente usado: Minolta Rokkor 50mm f/1.7
    • Modo de medición: Promedio ponderado, Apertura
    • Año del viaje: 2009
    • Ubicación: Marcahuasi, Huarochirí, Lima, Perú

    ¿Por qué seguir disparando en film?

    Porque cada foto cuenta una historia antes de verla. Porque el sonido del obturador de la X-700 es música. Porque no hay nada más honesto que una imagen revelada sin filtros. Y porque algunos paisajes, como Marcahuasi, se merecen el alma de la película.