Una sesión improvisada a contratistas de una empresa.
Fue un día oscuro, después de una típica llovizna de Lima. Sin embargo esto no melló el entusiasmo de los contratistas y del que suscribe, para realizar las tomas.
Se realizó esta sesión para una empresa de ingeniería eléctrica. Para complementar su información impresa y digital. Se hizo con un lente Nikkor 18-35 y un Nikkor 35-70. No todas las imágenes se publicaron, pero de cualquier forma el cliente quedo satisfecho con las tomas.
Una pequeña crecida de ola, de antes de ayer, 14 de Agosto en la Herradura, no fue espectacular, pero pude practicar con mi Nikkor 70-300. a ISOs altos.
Encontré estos músicos amenizando un velorio en Huancaya, un pequeño pueblo en Yauyos a donde fuimos a hacer fotografía.
Caminando por las calles, me llamo gratamente la atención la música que tocaban, mientras comenzaba mi caminata por este pequeño pueblo, la música inspira, y estos músicos me ayudaron a concentrarme en las tomas que haría durante todo el día.
Una de las joyas arquitectónicas más imponentes del centro de Lima es, sin duda, el Palacio de Justicia. Construido en 1939 durante el gobierno de Augusto B. Leguía, este edificio monumental debía coronarse con una gran cúpula que nunca llegó a realizarse por falta de presupuesto. Se dice que su diseño fue inspirado en el Palacio de Justicia de Bruselas, y aunque nuestra versión limeña quedó incompleta, mantiene una elegancia sobria y monumental que lo convierte en un símbolo del poder judicial y del legado arquitectónico republicano de la ciudad.
Durante una de mis caminatas fotográficas por el centro histórico, decidí llevar conmigo mi recién adquirida (en ese entonces, 2012) Canon AE-1 con el clásico lente de 50mm f/1.8, cargada con Kodak Pro Image 100, una película de grano fino que resalta los tonos cálidos y resplandece en la luz limeña. Las imágenes fueron digitalizadas posteriormente con un Epson V600, tratando de conservar la atmósfera que solo la fotografía analógica puede capturar.
Detalles que resisten al tiempo
Lo que más me atrajo del Palacio de Justicia fueron sus columnas corintias, sus amplios pórticos y los ornamentos de estilo neoclásico que aún resisten el paso del tiempo y la contaminación del centro limeño. El lente de 50mm, con su campo de visión natural, me permitió enmarcar los capiteles tallados, los bajorrelieves y los ventanales simétricos de forma precisa, sin distorsiones.
Cada rincón parecía contar una historia: desde las escalinatas principales, que reciben a quienes transitan por Paseo de los Héroes Navales, hasta las sombras que se proyectan sobre las molduras al atardecer. La película Kodak Pro Image 100 captó esos tonos dorados y grises con una suavidad que la fotografía digital rara vez alcanza. Hay algo en la forma en que la película traduce la luz que la hace más humana, más cercana al recuerdo que a la reproducción fiel.
Fotografía con alma
Llevar la Canon AE-1 por Lima es como viajar en el tiempo. Su diseño mecánico, su peso justo y su funcionamiento sencillo hacen que fotografiar se sienta más contemplativo. Con solo dos rollos en el bolsillo, caminas más atento a la luz, a los detalles, al ritmo de la ciudad. No se trata de disparar sin pensar, sino de detenerse, observar y decidir el momento exacto.
Este paseo por el Palacio de Justicia no fue solo un ejercicio fotográfico, sino también una forma de reconectar con la ciudad y su historia, desde la mirada analógica de una cámara que, a pesar de los años, sigue capturando imágenes con alma.
Hay viajes que uno planea. Y hay otros que simplemente suceden, y terminan dejando huella.
En marzo de 2007, me enviaron por trabajo a la bella ciudad de Arequipa, supuestamente por diez días de oficina, reuniones y rutina. Pero nadie me advirtió que terminaría enamorado de sus calles, su luz, su cielo azul eterno… y que esos días serían también una excusa perfecta para poner a prueba mi nueva compañera: una Nikon N75 recién comprada por Mercado Libre.
Mi primera SLR de verdad
Todavía no tenía cámara digital. En esa época, disparar con película de 35mm era el pan de cada día para quienes queríamos algo más que una cámara compacta. Yo estaba feliz: había conseguido mi Nikon N75 por $220 dólares, regateando como buen limeño desde los $250 originales. Venía con su lente de kit, sin zoom extra, pero con muchas ganas de hacer fotos.
Metí en la mochila unos cuantos rollos de película Fuji negativa y me dije: si hay tiempo libre, salgo a disparar. Y vaya que lo hubo. Porque entre reuniones y recorridos, Arequipa se presentó ante mí como una postal viviente.
La Ciudad Blanca y su luz de cine
No exagero cuando digo que Arequipa es una de las ciudades más fotogénicas del Perú. Hay algo en su limpieza, su orden, en el contraste entre la piedra blanca y el cielo profundo, que hace que todo se vea… cinematográfico. Incluso sin el zoom soñado, cada rincón era un encuadre listo para mi N75.
La plaza, con sus palmeras que parecen bailar con el viento. El Monasterio de Santa Catalina, con sus paredes encendidas por el sol. La gente, amable y pausada, dándole vida a esas calles tranquilas. Y claro, los sabores: cada comida era un festín, y cada plato, un retrato posible.
El Cañón del Colca: un negativo para la eternidad
Un fin de semana libre me alcanzó para escapar hacia el Cañón del Colca, uno de esos lugares donde el silencio tiene volumen. Con la cámara colgando del cuello, disparé todo lo que pude. No sabía si esas fotos saldrían bien, pero sí sabía que necesitaban ser hechas.
Las vicuñas, los cóndores, los abismos infinitos. Todo estaba ahí. Y mi rollo también.
Revelado con nostalgia
Cuando regresé a Lima y mandé a revelar las fotos, sentí ese cosquilleo que solo da la película: no hay pantalla para revisar, no hay botón de borrar, solo memoria, intuición y algo de suerte. Y cuando vi las copias… me enamoré más.
Había logrado capturar algo. Algo que no solo estaba en Arequipa, sino dentro de mí: la emoción de descubrir el mundo a través de una lente.
¿Volvería? Sin dudarlo
Arequipa no se visita una vez. Se vuelve, se recorre otra vez con ojos nuevos, con mejor lente, con más rollos o con una cámara digital (sí, ya tengo varias). Pero la experiencia de fotografiarla por primera vez con película sigue siendo especial.
Prometo buscar más negativos en mis backups y publicarlos pronto. Estoy seguro de que, como yo, van a querer regresar a esta ciudad que, para muchos limeños, parece un país aparte.