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  • Salinas de Maras: el día que la luz y la sal me obligaron a ir más lento (Cusco, 2015)

    Salinas de Maras: el día que la luz y la sal me obligaron a ir más lento (Cusco, 2015)

    No recuerdo el sonido exacto del lugar, pero sí recuerdo el silencio. Un silencio blanco, brillante, casi incómodo. Así fue mi primer encuentro con las Salinas de Maras en Cusco, Perú, en el 2015, durante un viaje que no tenía un guion claro, solo una intención: mirar con calma.

    Había llevado mi Nikon D300s, una cámara que ya entonces no era novedad, pero que sentía perfecta para este tipo de lugares. Robusta, honesta, sin apuros. Como Maras.

    Un paisaje que no necesita explicaciones

    Desde arriba, las salinas parecen irreales. Miles de pozas blancas y ocres dibujadas sobre la ladera, como si alguien hubiera dejado caer un mosaico gigante en medio de los Andes. Pero basta bajar unos metros para que todo cambie.

    El suelo cruje bajo las botas. La sal se pega a la ropa. El reflejo del sol obliga a bajar la mirada. Y ahí entiendes algo importante: este lugar no se recorre rápido.

    Maras no se consume como destino. Se atraviesa despacio.

    Fotografiar cuando el lugar marca el ritmo

    Ese día no disparé demasiado. Me senté varias veces a observar cómo la luz transformaba el color del agua salada. Algunas pozas parecían blancas, otras doradas, otras casi transparentes. Ninguna era igual.

    La Nikon D300s me obligaba a medir con cuidado. Las altas luces no perdonan. Y eso, lejos de ser un problema, fue una ventaja. Me hizo bajar el ritmo, pensar cada encuadre, aceptar que no todo debía ser fotografiado.

    Las mejores imágenes nacieron cuando dejé de buscar “la foto” y empecé a escuchar el lugar.

    Detalles que cuentan más que el paisaje

    Más allá de las vistas amplias, lo que más me atrapó fueron los detalles:

    los bordes irregulares de las pozas, las grietas por donde corre el agua salada, las texturas que solo se revelan cuando te acercas. En esos pequeños encuadres sentí que Maras hablaba más claro. No como postal, sino como proceso. Como algo vivo, trabajado día a día desde hace siglos.

    Lo que se queda después del viaje

    Han pasado años desde ese viaje, y al revisar estas fotos hoy, no pienso en técnica ni en equipo. Pienso en la sensación de estar ahí. En cómo un lugar puede obligarte a bajar la cámara, respirar y recién después disparar.

    Las Salinas de Maras no me enseñaron a hacer mejores fotos.

    Me enseñaron a mirar mejor.

    Una nota personal

    Si alguna vez vuelvo, no iré buscando nuevas imágenes. Iré buscando la misma calma. La cámara será solo una excusa más para detenerme.