Autor: nettix

  • De la iMac al Pingüino: Mi Camino al Streaming con Ubuntu y la Sony ZV-E10

    Siempre he sido de probar. Probar cámaras, lentes, lugares… y últimamente, también flujos de trabajo.
    Durante buen tiempo hice mis transmisiones en vivo desde una iMac de 27”, esa todo en uno con una GPU Radeon que, aunque no era una bestia gamer, se portaba bastante bien para lo que necesitaba. Pero un día me entró la curiosidad: ¿y si lo hago en Linux? ¿Y si lo hago en Ubuntu?

    Sí, ya sé que no es el sistema más popular para streaming. Pero si algo he aprendido en este camino, es que a veces los caminos menos transitados te sorprenden.

    El setup que decidí probar

    Tenía por ahí un CPU con procesador Intel i5-7400. Nada de otro mundo, pero confiable. Le instalé Ubuntu 22.04, más por cariño al sistema que por necesidad, y me lancé a la aventura de hacer algo que muchos dicen que no se puede (o no vale la pena): hacer streaming desde Linux.

    La clave para mí fue mantenerlo simple.

    La cámara: Sony ZV-E10, conectada y lista

    Mi Sony ZV-E10 es una cámara que me encanta. Tiene buena imagen, limpia por HDMI, y lo mejor: no tiene límite de grabación.
    La conecté a una capturadora de video USB que reconoce la señal como si fuera una webcam. Plug and play, sin dramas. Ubuntu la detectó de inmediato. Casi me emociono.

    La plataforma: StreamYard, el truco definitivo

    Aquí es donde todo encajó. En lugar de lidiar con configuraciones complicadas, codecs, o software que me hiciera pelearme con el terminal, decidí usar StreamYard. Es una plataforma que corre desde el navegador, y funciona casi igual estés en Mac, Windows o Linux.

    Fue abrir Chrome, entrar a StreamYard, y listo: la ZV-E10 apareció como cámara disponible. El audio también fluía bien, y con buena sincronía. Incluso pude ajustar la resolución, agregar overlays y banners como si estuviera en un estudio virtual.

    Lo que más me sorprendió

    Lo que pensé que sería un experimento complicado, terminó siendo una de las transmisiones más estables que he hecho. Ni recalentamientos, ni cuelgues, ni ventiladores sonando como turbinas. Solo una imagen limpia, nítida, y una sensación de: esto funciona.

    Claro, no todo es perfecto. No tengo la misma potencia gráfica que con la iMac, y hay cosas que requieren algo de paciencia. Pero si lo tuyo es más contenido que efectos especiales, este camino es más que suficiente.


    ¿Volvería a hacer streaming desde Ubuntu?

    Sí. Mil veces sí.
    Sobre todo si quieres un sistema libre de distracciones, sin procesos innecesarios y con ese toque de “yo lo armé”. Me dio gusto ver que la combinación Linux + StreamYard + Sony ZV-E10 funciona sin problemas.

    Y lo mejor: me volví a divertir en el proceso. A veces no se trata de tener lo último, sino de disfrutar el viaje.


    Mi configuración resumida

    • Cámara: Sony ZV-E10
    • Capturadora: USB genérica HDMI
    • PC: Intel i5-7400 con Ubuntu 22.04
    • Streaming: vía navegador Chrome usando StreamYard
    • Audio: Microfono Rode NT

  • El Motorshow de 1996: Mis Primeras Fotos con la Praktica MTL5

    El Motorshow de 1996: Mis Primeras Fotos con la Praktica MTL5

    Hay momentos que nos marcan sin que lo sepamos. Para mí, uno de ellos ocurrió en el Jockey Plaza, en el entonces imponente Motorshow de 1996, rodeado de autos brillantes, gente curiosa, y la promesa de un futuro que rugía como motor V8. Yo estaba ahí, con mi primera cámara: una Praktica MTL5, orgullosamente colgada al cuello, cargada con película y expectativas.

    Una cámara de acero… y emociones

    Se la pedí prestada a mi mama, quien atesoraba esta cámara. La Praktica MTL5 no era precisamente moderna ni ligera. Era de esas cámaras de verdad: de metal, mecánica, pesada y con un obturador que sonaba como si el tiempo se abriera paso. Montaba un lente 50mm, y si bien en ese momento no sabía nada de aperturas ni profundidad de campo, había algo magnético en mirar por el visor y congelar el instante.

    Y ahí estaba yo, entre Ferraris, Mercedes Benz, Camaro y toda una generación de autos noventeros que hoy ya son clásicos. La mayoría de asistentes usaban cámaras compactas o desechables. Pero yo tenía una réflex de verdad. Y eso se sentía distinto.

    El Motorshow, una pasarela de fierros

    Recuerdo cómo la luz se colaba por los ventanales del Jockey, cayendo justo sobre el capó de un Honda Prelude rojo, delineando sus curvas como si la carrocería hubiera sido esculpida por un artista. Yo apunté, enfoqué con ese enfoque manual que era todo menos rápido, y disparé.

    Una y otra vez. No tenía idea cuántas fotos saldrían bien. Solo sabía que algo en mí se activaba cada vez que apretaba el obturador. Ese día, aprendí a observar los reflejos, a moverme con la luz y a componer con los elementos que tenía delante. No era solo una feria de autos. Era un laboratorio visual.

    Cuando revelé el rollo…

    Pasaron algunos días. Fui al laboratorio con mi rollo de Kodak Gold 200, y esperé con ansiedad. Cuando tuve las fotos en mano, algo en mí cambió. Los colores eran intensos, el contraste tenía personalidad, y había una textura que no he vuelto a ver igual en lo digital. Incluso las fotos movidas tenían alma.

    Vi el resultado y pensé: ¿Esto lo hice yo? ¿Con esta cámara prestada por el destino?

    1996, los autos y el ojo que se abría

    Hoy, casi 30 años después, esas fotos siguen teniendo una fuerza especial. No por la nitidez, sino por lo que capturan. Una época. Una emoción. Un inicio. El Motorshow fue solo una excusa. En realidad, fue mi primer ensayo de fotógrafo. Ahí descubrí que una cámara puede ser una extensión del ojo… y del corazón.

    Sigo fotografiando autos, ciudades, personas y detalles. Pero esa Praktica MTL5 fue la que me dio el primer empujón. Y el Motorshow 1996, el primer escenario.

    Las fotos

    Revisando mis archivos, encontré los escaneos de ese rollo mágico. Las comparto aquí, como testimonio visual de una época donde los autos eran más mecánicos, el diseño era pura emoción, y la fotografía era un ritual.

    Lo que vi y capturé:

    1. Ferrari F355 Berlinetta (amarillo)
      Un clásico absoluto de los noventa. Motor V8, líneas perfectas. Este fue uno de los autos que me hizo entender lo que era el diseño italiano.
    2. Chevrolet Camaro Convertible (cuarta generación)
      Rojo encendido, brutalmente noventero. Línea agresiva, capota abierta.
    3. Chevrolet Cavalier Convertible
      Más sencillo que el Camaro, pero con el mismo espíritu americano de libertad sobre ruedas.
    4. IndyCar – Marlboro Team Penske #9
      Un bólido de otro mundo. Puro nervio y velocidad. Posiblemente un Penske PC-24 con motor Mercedes-Benz.
    5. Fórmula 1 – Peugeot/McLaren (Marlboro, #7)
      No sé si fue un modelo real o uno de exhibición, pero tenía toda la actitud de la era Prost / Häkkinen.
    6. Ford Mustang Fastback 1965 – blanco con franjas azules
      Un clásico entre clásicos. La matrícula peruana lo hacía aún más especial. Probablemente una réplica GT350.
    7. Otro monoplaza Marlboro (CART/F1)
      La presencia del Marlboro Team fue abrumadora. Era imposible no sentirse en un paddock de verdad.
    8. Concept Car futurista (microcar)
      Nunca supe su nombre. Podría haber salido de una película de ciencia ficción. Vidrios polarizados, diseño redondeado, ruedas parcialmente carenadas. Quizás un concepto nacional.

    Cámara usada: Praktica MTL5

    • Formato: 35mm (film)
    • Lente: 50mm f/1.8
    • Medición de luz interna
    • Carga manual, disparo mecánico
    • Film: Kodak Gold 200

  • iPhone 4S – El celular que me acompañó a ver el mundo

    iPhone 4S – El celular que me acompañó a ver el mundo

    Ya no lo tengo. Hace años que se fue, probablemente regalado, olvidado en algún cajón o intercambiado por un equipo más moderno. Pero el iPhone 4S fue más que un teléfono para mí: fue mi primera cámara de bolsillo que realmente me hizo confiar en la fotografía móvil.

    Y no me refiero a selfies o fotos de almuerzos (aunque seguro hice algunas). Hablo de capturar cielos desde la ventana de un avión, de registrar texturas de ciudades extranjeras, de atrapar la luz en lugares donde no llevaba mi cámara grande encima.

    Diseño de otra época… que todavía se siente premium

    El iPhone 4S salió en 2011, y aún recuerdo lo sólido que se sentía en la mano. Esa combinación de cristal y acero, su forma recta, su botón redondo… todo tenía una elegancia sobria que ya no se encuentra en los diseños actuales. Era pequeño, sí. Pero también era precioso.

    Nada de pantallas infinitas ni tres cámaras traseras. Solo una cámara simple, sin adornos, pero con un software que hacía magia.

    La cámara: 8 megapíxeles que sabían lo que hacían

    La cámara trasera del iPhone 4S tenía 8 MP y una apertura de f/2.4. En papel, eso suena limitado hoy en día. Pero en la práctica, el sensor producía imágenes sorprendentemente nítidas, con buen color y un equilibrio general muy digno. Lo más impresionante era su capacidad para medir la luz y enfocar rápido, algo que incluso algunas cámaras compactas de la época no lograban tan bien.

    Con buena luz, era más que suficiente para capturar momentos con intención. No necesitabas saber de fotografía, solo mirar, encuadrar y disparar.

    Algunas fotos que aún guardo con cariño

    En varios de mis viajes, especialmente en esos donde llevaba poco equipaje o simplemente no esperaba encontrar algo que valiera la pena fotografiar, el iPhone 4S fue mi compañero silencioso. Fotos desde un avión, reflejos en ventanales, nubes inesperadas… imágenes hechas sin planear, pero con ojo.

    Y lo más curioso es que algunas de esas fotos siguen vivas. Han sobrevivido a backups, discos duros y limpiezas digitales. Las edité años después con apps como Snapseed, les quité un poco de ruido, las enderecé, les di algo más de vida… pero su esencia está intacta. Y eso dice mucho.

    ¿Fue perfecto? Para nada. ¿Lo extraño? A veces.

    Sí, tenía sus limitaciones: el ISO alto era ruidoso, de noche sufría, y ni hablar del almacenamiento interno de 8 o 16 GB que se llenaba en dos viajes. Pero hay algo que no se puede medir en especificaciones: la cercanía emocional con un dispositivo. Y el iPhone 4S fue, para muchos, ese primer smartphone que abría la puerta a un mundo nuevo: mapas, música, fotos y conexión, todo en un bloque de vidrio.

    Hoy uso otras cámaras y otros teléfonos. Pero cuando reviso esas fotos antiguas, no solo recuerdo los lugares: recuerdo la sensación de haber confiado en un aparato diminuto para capturar algo que valía la pena.


    Este artículo es un pequeño homenaje a ese viejo compañero de viaje, el iPhone 4S, que me enseñó que no importa tanto el equipo que tengas, sino el ojo con el que decides mirar el mundo.

  • Minolta X-370: Una Compañera para la Fotografía Callejera… y Mucho Más

    Minolta X-370: Una Compañera para la Fotografía Callejera… y Mucho Más

    Hay cámaras que se sienten como herramientas, y otras que se sienten como compañeras.

    La Minolta X-370 pertenece, sin duda, a este último grupo. Es una de esas cámaras que invitan a salir, a caminar, a perderse en la ciudad sin más propósito que el de mirar con atención. Su ligereza, su diseño sobrio y su confiabilidad hacen que uno simplemente quiera cargarla todos los días.

    Pero, ¿qué tiene esta cámara que la hace tan especial? Y más aún, ¿cómo se posiciona frente a su hermana mayor, la Minolta X-700, o frente a otras cámaras de su época como la Canon AE-1 Program o la Pentax Program Plus?


    El encanto de lo simple

    La X-370 (también conocida como X-300 en otros mercados) fue una apuesta inteligente de Minolta: ofrecer una cámara manual con prioridad de apertura (A) para quienes buscaban control sin complicaciones. Nada de automatismos innecesarios, solo lo justo. Y ahí está su primer punto fuerte: su simplicidad es su mayor virtud.


    Ligera, cómoda, lista para callejear

    Uno de los puntos que más sorprenden al tenerla en mano es lo cómoda y ligera que se siente. El cuerpo es compacto, bien equilibrado, con un agarre natural que te hace olvidar que la llevas colgada. Si a eso le sumamos el clásico lente Rokkor 50mm f/1.7, tenemos una combinación perfecta para fotografía callejera: luminosa, nítida, con un bokeh suave y un enfoque preciso gracias al visor claro y el anillo de enfoque bien marcado.

    Salir con esta cámara es como tener una libreta de notas visual: la levantas, apuntas y disparas. No hay interfaz que interrumpa. Solo tú, la luz, y el momento.


    Comparada con otras leyendas de su época

    CaracterísticaMinolta X-370Minolta X-700Canon AE-1 ProgramPentax Program Plus
    Año de lanzamiento1984198119811984
    Modos de exposiciónManual, Prioridad de aperturaManual, Prioridad A, ProgramManual, ProgramManual, Prioridad A, Program
    MonturaMinolta SR (MC/MD)Minolta SR (MC/MD)Canon FDPentax K
    Flash TTLNoNoNo
    ConstrucciónPlástico/metal, ligeraPlástico/metal, más robustaPlástico/metal, pesadaPlástico/metal
    Facilidad de usoMuy intuitivaCompleta, más complejaIntermediaSimilar a la X-370
    Ideal para…Callejera, retratos, viajesTodo tipo, incluso flash TTLRetratos, viajesUso general, muy versátil
    Feeling al dispararFluido, simple, amigableSólido, precisoMecánico, un poco más pesadoSuave, muy responsivo

    No solo para callejera: versatilidad real

    Aunque muchos la aman por su discreción en la calle, la X-370 brilla también en retrato, paisaje e incluso en fotografía de estudio con luz continua. Su montura Minolta SR abre las puertas a una gran variedad de lentes Rokkor que son joyas ópticas. Desde un 28mm f/2.8 para arquitectura hasta un 135mm f/2.8 para retratos con compresión natural, esta cámara se adapta a muchos estilos fotográficos sin perder su identidad.


    El «feeling» Minolta

    Hay algo difícil de describir pero fácil de sentir cuando uno dispara con la X-370. Tal vez sea la suavidad del obturador, el sonido preciso del espejo o la ergonomía bien pensada. O tal vez sea el simple placer de usar algo bien diseñado. En tiempos donde todo es táctil y digital, la X-370 nos recuerda el placer táctil de la fotografía: girar un dial, enfocar a mano, esperar el momento.


    Conclusión

    La Minolta X-370 es más que una cámara económica o una opción de entrada. Es una cámara con alma, con carácter, que invita a fotografiar con calma, con atención, con disfrute. Puede no tener todos los lujos de su hermana X-700 o la fama de otras SLR de la época, pero tiene lo más importante: una experiencia fotográfica honesta, directa y profundamente placentera.

    Si buscas una cámara que te inspire a salir a la calle, a explorar tu barrio, a retratar a tus amigos o a capturar la luz de la tarde en una montaña, la X-370 no te va a fallar. Y probablemente, como a muchos, te va a enamorar.

  • Epson Perfection 4490 Photo: El escáner que me acompañó a revelar mi archivo analógico

    Epson Perfection 4490 Photo: El escáner que me acompañó a revelar mi archivo analógico

    Corría el año 2007 y la fotografía digital ya estaba bien instalada en la vida cotidiana. Sin embargo, para los que crecimos entre rollos de 35mm, aún quedaba ese lazo invisible —y emocional— con el negativo. Fue en ese contexto que fui a la oficina de Epson en Lima, y compré el Epson Perfection 4490 Photo, un escáner plano que, a simple vista, no parecía gran cosa… pero que terminó convirtiéndose en uno de los pilares silenciosos de mi flujo de trabajo fotográfico por casi una década.

    Un escáner con alma

    No exagero cuando digo que este escáner escaneó una parte importante de mi vida. Durante esos años, pasaron por su cama de cristal cientos, o casi miles, de negativos de 35mm que revelaba en casa, o que me traían de los laboratorios, de cuando recién revelaba mis fotos, hechas con mis cámaras analógicas, con esa mágica franja de plástico enrollada dentro de un sobre. Blanco y negro, color, películas vencidas, retratos improvisados y paisajes de viajes… Todo lo digitalicé con el 4490.

    Me gustaba su ritmo pausado, casi como si el escáner entendiera que estaba capturando algo más que imágenes: estaba rescatando recuerdos.

    Características técnicas del Epson Perfection 4490

    Aunque hoy en día muchos escáneres parecen tener “más megapíxeles que sentido”, el Epson 4490 Photo se destacaba por lo que ofrecía en su tiempo:

    • Resolución óptica: 4800 x 9600 dpi
    • Profundidad de color: 48 bits de entrada y salida
    • Digital ICE: Corrección automática de polvo y arañazos en negativos
    • Soporte para transparencias: Escaneaba tiras de negativos y diapositivas de 35mm y formato medio (hasta 6x12cm)
    • Conexión: USB 2.0
    • Compatibilidad: Windows y macOS (aunque los drivers con el tiempo se volvieron escasos)

    Su calidad de escaneo me permitía ampliar mis fotos sin perder detalle, y aunque hoy en día existen escáneres con mayor resolución, la fidelidad de los colores y la textura que capturaba este modelo eran especiales. Tenía carácter.

    Una despedida con sabor a gratitud

    Lo usé hasta el año 2015, cuando decidí venderlo a alguien que también valoraba los negativos. Fue una decisión difícil, casi como dejar ir una cámara que te ha acompañado por años. Pero a veces los equipos necesitan seguir su camino, como los libros que se prestan o los vinilos que se regalan.

    Aún hoy, cuando reviso mis archivos escaneados con el Epson 4490, siento que no ha perdido vigencia. Las imágenes tienen ese grano suave, ese contraste natural, esa vida que uno no encuentra en los JPG nacidos directamente de un sensor digital.

    ¿Lo volvería a comprar?

    Sin dudarlo. Aunque el modelo ya está descontinuado, si volviera al mercado con soporte actualizado y materiales modernos, lo tendría nuevamente en mi escritorio. O mejor aún, si me cruzo con uno usado en buen estado, probablemente no me resistiría.

    Porque más allá de sus especificaciones, el Epson Perfection 4490 fue un compañero fiel de mi época analógica-digital. Y en este mundo acelerado donde todo es efímero, tener un equipo que escanea con paciencia y fidelidad… es casi un lujo.