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    Toritos de Pucará: los guardianes del hogar andino en los pueblos de Puno

    Puno, 2012 — Fotografiado con Nikon D2x

    En Puno, los toritos no están en los techos por azar ni por estética. Están ahí porque deben estar. Durante mi viaje en 2012, recorriendo pequeños pueblos del altiplano con mi Nikon D2x, aprendí que estos toros de cerámica forman parte del lenguaje cotidiano de las casas, un mensaje visible para quien sabe mirar.

    Los vi repetirse una y otra vez: sobre techos de paja, en casas de piedra, coronando arcos de entrada. Siempre en lo alto. Siempre en pareja.

    El significado de los toritos

    En la tradición andina, los toritos —conocidos popularmente como toritos de Pucará— simbolizan protección, prosperidad y fertilidad. Se colocan en el punto más alto de la vivienda para resguardar a la familia, al ganado y a la tierra. Desde ahí, cuidan el hogar de enfermedades, malas energías y desgracias.

    No son un adorno decorativo: son una ofrenda permanente. Representan la fuerza del trabajo, la abundancia esperada y la relación directa con la Pachamama, la Madre Tierra.

    La importancia de que vayan en pareja

    Casi siempre aparecen dos toritos juntos, y esto no es casual. En la cosmovisión andina, la vida se entiende desde la dualidad: hombre y mujer, día y noche, cielo y tierra. La pareja de toritos representa ese equilibrio necesario para que la casa prospere.

    En algunas viviendas, entre ellos se coloca una cruz o una pequeña figura, reflejo del sincretismo entre las creencias andinas y la tradición cristiana. En Puno, esta mezcla convive con naturalidad, sin conflicto.

    La ocasión para fotografiarlos

    No fui a Puno a buscarlos. Aparecieron solos. Caminando sin rumbo fijo, la escena se repetía con tanta naturalidad que era imposible ignorarla. Fue entonces cuando entendí que la mejor forma de fotografiarlos era respetando su lugar: desde abajo, con el cielo como fondo, mostrando su posición dominante sobre la casa.

    La Nikon D2x, con su sensor CCD, captó bien los colores del barro cocido, los verdes y blancos pintados a mano, y las marcas del tiempo. No hacía falta exagerar el encuadre ni forzar la escena. Bastaba con registrar el detalle y el contexto.

    Más que una imagen

    Estas fotografías, tomadas en 2012, no hablan solo de objetos tradicionales. Hablan de una forma de entender el hogar. En Puno, una casa no termina en el techo: termina donde están los toritos, vigilando, recordando que la vivienda es algo más que paredes.

    Fotografiarlos fue, sin saberlo, documentar una creencia viva, una tradición que sigue ahí, silenciosa, mirando el horizonte del altiplano.