Etiqueta: NAS vs disco externo

  • El día que mis archivos RAW dejaron de caber (y entendí que no todo debe estar a la mano)

    Cuando el disco ya no es espacio, sino carga

    Hubo una noche cualquiera, revisando el almacenamiento de mi computadora, en la que me di cuenta de que algo no estaba bien. El disco estaba lleno, sí, pero no de trabajo vivo. Estaba lleno de pasado. Viajes completos, sesiones cerradas, carpetas que no abría hace años convivían con proyectos que sí necesitaba editar hoy. Nada estaba roto, pero todo se sentía pesado: el sistema más lento, las búsquedas eternas, la sensación constante de que cualquier limpieza podía terminar en un error.

    Mis archivos RAW, que alguna vez fueron emoción y expectativa, se habían convertido en carga silenciosa.

    El error de querer tenerlo todo cerca

    Durante mucho tiempo creí que guardar todos mis RAW en la misma computadora era sinónimo de control. Pensaba que así nada se perdía. Con el tiempo entendí que estaba mezclando dos tiempos distintos: el presente del trabajo y el pasado de la memoria. Editar necesita velocidad y cercanía. Archivar necesita calma y estabilidad. Cuando todo vive en el mismo lugar, ninguna de las dos cosas funciona bien.

    El disco portátil no es un archivo (y falla cuando menos lo esperas)

    El disco externo apareció como una solución rápida: mover lo antiguo, liberar espacio y seguir. Pero esos discos tienen un problema silencioso: fallan sin avisar. Sectores dañados, controladores que mueren, golpes mínimos que no recuerdas haber dado. A veces montan lento, otras veces ya no montan. Y cuando fallan, no hay marcha atrás. Mover archivos no es archivar. Y un disco portátil no es un lugar seguro para la memoria.

    Los riesgos invisibles de tener todo en la PC

    Guardar todo en la computadora tampoco es inocente. Un disco interno puede fallar igual que uno externo. Peor aún: puede corromper datos sin que lo notes de inmediato. Archivos que parecen estar ahí, pero que ya no abren. Catálogos que un día simplemente no cargan.

    Y si usas PC, hay un riesgo adicional que muchos subestiman: el ransomware. Basta un archivo malicioso, una descarga equivocada o una vulnerabilidad sin parchear para que todo lo conectado quede cifrado. Discos internos, externos, carpetas montadas en red. Todo lo que esté “a la mano” es vulnerable.

    Cuando el archivo vive en el mismo entorno donde navegas, editas y pruebas cosas, vive expuesto.

    Separar trabajo de memoria lo cambia todo

    El cambio real llegó cuando entendí algo simple: no todo lo valioso necesita estar disponible todo el tiempo. Lo que estoy editando hoy debe estar a la mano y, lo que ya terminé no.

    Ahí el concepto de un NAS empezó a tener sentido, no como otro disco más, sino como un lugar definitivo. Un espacio al que no se entra por costumbre. Un sitio pensado para conservar, no para intervenir.

    SFTP: archivar como quien guarda en un baúl

    Una de las grandes virtudes del SFTP no es técnica, es mental. SFTP no se siente como una carpeta más del sistema ni como un disco siempre montado. Te obliga a hacer el gesto consciente de guardar, no arrastras archivos por inercia. Los envías.

    Ese envío se parece mucho a cerrar un baúl o una bóveda. Sabes que lo que entra ahí no es para el día a día. No estorba, no se toca sin razón, no se borra por error. Ese acto manual marca un cierre claro: el proyecto deja de ser trabajo activo y pasa a ser archivo. Memoria protegida y, sobre todo, aislada.

    Cuando el archivo deja de estar en casa

    Aquí aparece algo importante: no todos quieren —ni necesitan— tener un NAS físico en casa. Existen empresas que ofrecen espacios de almacenamiento remoto accesibles por SFTP, pensados justamente como almacenes digitales. Lugares donde los archivos viven fuera del entorno de trabajo, fuera del alcance del malware, fuera del riesgo de una falla eléctrica o de un disco cansado.

    Servicios como los que ofrece Nettix encajan muy bien en esta lógica: un espacio SFTP que no invita a editar, sino a guardar. Un sitio donde la data histórica no está “montada”, no está expuesta, pero sí disponible cuando realmente la necesitas.

    Un flujo simple y realista

    Con el tiempo, mi flujo quedó claro y sin complicaciones. La computadora local se queda solo con lo que está vivo: proyectos en curso, sesiones recientes, catálogos activos. Es el espacio rápido, el que se usa todos los días.

    Cuando un proyecto termina —cuando sé que no lo voy a tocar en meses o años—, ese material se envía por SFTP al almacén remoto. Ahí quedan los RAW originales, intactos, organizados y fuera del alcance de fallas locales, corrupción de datos o ataques de ransomware. Nuevamente, la data reciente se trabaja. La data histórica se resguarda.

    Recuperar espacio sin perder historia

    Nada se pierde. Todo se ordena. Sé qué está activo y qué es archivo. Sé que puedo recuperar un RAW de hace diez años si lo necesito, pero ya no carga conmigo todos los días. El archivo deja de estorbar y empieza a cumplir su función real: preservar.

    Editar ligero, archivar con intención

    Hoy editar se siente distinto. Más fluido. Más claro. Menos miedo a borrar y menos ansiedad por el espacio. Porque entendí que conservar no significa acumular, sino saber cuándo un archivo deja de ser trabajo y pasa a ser memoria.

    Guardar tus RAW en un NAS —o en un espacio SFTP remoto pensado como almacén— no es solo una decisión técnica. Es una forma de protegerte de fallas, de errores y de amenazas reales. Y, sobre todo, es una manera inteligente de ordenar el tiempo: el presente se trabaja, el pasado se resguarda. Y en ese equilibrio, tanto el equipo como la cabeza vuelven a respirar.